segunda-feira, 30 de maio de 2022

Moises

   Uno de los relatos bíblicos más conocidos es el narrado por el libro del Éxodo, el segundo de la Biblia y de la Torá judía, donde se menciona la esclavitud de los hebreos en Egipto y su liberación guiados por Moisés, el cual había sido enviado por Dios. A raíz de la reciente película de Ridley Scott, “Exodus: dioses y reyes” (Exodus: gods and kings, 2014), convendría recordar los orígenes históricos y literarios del mismo. ¿Existió el Éxodo? ¿Qué grado de historicidad tiene? ¿Existió Moisés? ¿Qué finalidad tiene este libro de la Biblia?


                Investigación:


                La investigación histórica y arqueológica de los hechos narrados en el libro del Éxodo se inicia en el siglo XIX con la denominada “Arqueología bíblica”. Estas investigaciones tenían como finalidad demostrar la historicidad de los hechos narrados en la Biblia desde una perspectiva científica. Sus propósitos se cumplieron a medias: si bien hoy en día conocemos mejor el contexto histórico, cultural y geográfico de los episodios bíblicos, así como de la existencia de algunos personajes, muchos de los restos arqueológicos hallados no sólo no confirman los relatos, sino que además los contradicen. En este último punto encontramos el relato del Éxodo.


                Ninguna fuente egipcia contemporánea a los hechos en que supuestamente tuvo lugar el Éxodo menciona a la figura de Moisés, o que los hebreos hubieran sido esclavos en Egipto. A raíz de ello, surgieron especulaciones acerca de si hubo una base real en el relato que posteriormente se mitificara.


                El primer historiador que menciona a Moisés fue el sacerdote y cronista egipcio Manetón, el cual vivió en el siglo III a. C. Si el episodio del Éxodo se fecha tradicionalmente en torno al siglo XIII a. C., durante los reinados de Seti I y Ramsés II, se puede apreciar que hay mucha distancia en el tiempo y que Manetón se inspira sin duda alguna en fuentes secundarias, posiblemente en la primera traducción de la Biblia al griego por parte de los judíos que vivían entonces en Egipto, conocida como la Septuaginta, redacta en tiempos de  este historiador. Para Manetón, Moisés no era hebreo, sino un sacerdote egipcio resentido que lideró la liberación de una colonia de leprosos. Por su parte, casi tres siglos más tarde, el historiador judío Flavio Josefo acusa a Manetón de mentir respecto a Moisés. Flavio Josefo sigue mostrando una imagen de Moisés muy fiel a la Biblia, aunque en su obra Antigüedades de los Judíos le atribuye una victoria militar sobre Etiopía, algo que se reflejó en la película "Los diez mandamientos", protagonizada por Charlton Heston.


 La especulación acerca de la figura de Moisés continuará en el siglo XX: para el psicoanalista Sigmund Freud, Moisés era un seguidor del Faraón Akhenatón, el cual propulsó un culto a un solo dios, Atón, identificado con el Sol. Sin embargo, la tesis de Freud se viene abajo teniendo en cuenta que el culto de Akhenatón, si bien se limita a un solo dios, reconoce la existencia de otras divinidades. Por otro lado, la divinidad Atón es identificada con el Sol, mientras que eso no sucede con la fe judía. Las leyes religiosas judías tampoco son semejantes a las del culto de Akhenatón, y mientras que éste es visto como un semidios, la figura de Moisés es presentada como un mero profeta que actúa siguiendo los dictámenes de Dios.


               Hipótesis de los hicsos:


                En su obra Contra Apión, el historiador Flavio Josefo identifica por primera vez la expulsión de los hicsos con el Éxodo narrado en la Biblia. Esta hipótesis, si bien no es del todo exacta, podría constituir la base histórica de la cual posteriormente surgiría la versión narrada del Éxodo.


                El libro que antecede al Éxodo, el Génesis, habla cómo la familia de José se establece de Canaán a Egipto. José llega a visir del Faraón, consiguiendo abundancia para Egipto. Posteriormente, cuando los hebreos eran demasiado en Egipto, la Biblia narra cómo llegó al poder un faraón que no sabía lo que había logrado José, y que por tanto, esclavizó a los hebreos.


                Esta narración no es muy distinta a lo que sucedió con los hicsos, un pueblo de origen semita, si bien no debe confundirse con los hebreos, pues conocían la escritura, mientras que las primeras manifestaciones del proto-hebreo datan del siglo X a. C., es decir, casi cuatrocientos años después de su expulsión de Egipto.


   El cronista Manetón habla de los hicsos de forma muy hostil, conducido a ello por su patriotismo, el cual no es de extrañar teniendo en cuenta que todavía en su época persistía el recuerdo de las invasiones de los asirios, babilonios y persas a Egipto en los siglos VII y VI a. C.


                Inspirado en relatos de “libros sagrados” innominados y en “cuentos y leyendas populares”, Manetón describe una invasión brutal de Egipto por parte de los Hicsos, sin embargo, según las investigaciones arqueológicas sabemos que las penetraciones de este pueblo en Egipto fueron de forma gradual, a semejanza de las visitas por parte de los patriarcas bíblicos narradas en el Génesis.


                A estos pueblos extranjeros, Manetón dará el nombre de “Hicsos”, palabra griega que a su vez se inspira en una egipcia, y que si bien traduce como “Reyes pastores”, la forma más correcta es “soberanos de países extranjeros”. El relato de Manetón nos dice que los hicsos se establecieron en el delta del Nilo, en una ciudad llamada Avaris, donde fundaron una dinastía que gobernó Egipto durante cinco siglos.


                La investigación moderna identifica a estos hicsos con los gobernantes de la XV Dinastía Egipcia, gobernando entre 1670 y 1570 a. C. Los estudios de inscripciones y sellos con nombres de soberanos hicsos determinaron que empleaban una lengua de origen semita, es decir, cananea. Una excavación realizada por Manfred Bietak, de la Universidad de Viena, en Tell ed-Daba, encontró el yacimiento que ha sido identificado como Avaris, la capital de los hicsos.


  Además, Manetón habla de un virtuoso rey egipcio que atacó y derrotó a los hicsos, “matando a muchos de ellos y persiguiendo a los demás hasta las fronteras de Siria”. Afirma, de forma incorrecta, que los hicsos fundaron la ciudad de Jerusalén y construyeron un templo.


                Por su parte, resulta más fiable históricamente una fuente egipcia del siglo XVI a. C. que narra las hazañas del faraón Ahmosis, de la XVIII Dinastía, que saqueó y destruyó Avaris, persiguiendo al resto de los hicsos hasta su ciudadela principal, en el sur de Canaán (Sarujén, cerca de Gaza), la cual fue tomada tras un largo asedio.


¿El gobierno de un pueblo semita en Egipto y su expulsión por parte de un faraón confirmaría el relato bíblico?


¿Qué datos aporta el Éxodo?


Si bien el episodio de los hicsos podría constituir la base histórica del relato, lo cierto es que el libro del Éxodo no sitúa sus narraciones en esa etapa. La fecha de la expulsión de los hicsos de Egipto se fecha generalmente en torno al 1570 a.C. según los documentos egipcios y las pruebas arqueológicas de ciudades destruidas en Canaán por Egipto.


Según una correlación entre fechas de reinados de los monarcas israelitas y fuentes externas de Egipto y Asiria, el éxodo se situaría, más o menos, en 1440 a. C., es decir, más de cien años después de la fecha de la expulsión de los hicsos de Egipto. Además, la Biblia aporta unos datos que alargan más la distancia en el tiempo: los israelitas realizan trabajos forzados construyendo dos ciudades: Pitón y Ramesés (Éxodo 1: 11). El nombre de Ramesés o Ramsés es inconcebible en el siglo XV a. C., debido a que el primer faraón llamado Ramsés no llega al trono hasta el 1320 a. C.


Según las fuentes egipcias, la ciudad de Pi-Ramesés (“La casa de Ramsés”) fueron construidas en tiempos del Faraón Ramsés II (1279-1213 a. C). Además, la primera mención a Israel en las fuentes antiguas viene de la estela de Merneptah, hijo de Ramsés II,  datada a finales del siglo XIII a. C. En ella se habla de unas campañas militares en Canaán, donde se dice que “Israel está derribada y yermo, sin semilla”. En época de Ramsés II y de Merneptah, las serranías de Canaán estaban llenas de asentamientos de los primitivos israelitas. Por ello, tradicionalmente, las películas y novelas basadas en el libro del Éxodo ambientan su narración bajo el reinado de Seti I y Ramsés II.


Esto conlleva a problemas:


· No se registra ningún infanticidio bajo el gobierno de estos reyes. Seti I, además, era conocido como un personaje justo y compasivo.


· Como menciona la estela de Merneptah, así como numerosos yacimientos arqueológicos, tanto la Península del Sinaí como Canaán estaba bajo dominio egipcio bajo el mandato de estos reyes. No tendría sentido huir de los egipcios hacia un sitio que era ocupado militarmente por ellos.


Debemos centrarnos en este segundo punto debido a su importancia:


                Tras la expulsión de los hicsos hacia Canaán, los egipcios, temerosos de una nueva penetración de extranjeros en el país, decidieron asegurar sus fronteras, por lo que establecieron fuertes de vigilancia controlados por soldados y funcionarios tanto en Canaán como en la Península del Sinaí. Un éxodo masivo, como era el caso que menciona la Biblia (seiscientos mil), hubiera sido detenido por las tropas egipcias y por supuesto, no se habrían librados de ellos al llegar a Canaán.


   Eludir la vigilancia de las tropas de Ramsés II era prácticamente improbable. De ello habla un papiro del siglo XIII:


“Hemos completado el paso de las tribus de los edomitas shasu (es decir, beduinos) a través de la fortaleza de Merneptah-contento-con-la-verdad, situada en Tjkw, hasta las albercas de Pr-Itm (existentes) en Tjkv para el mantenimiento de sus rebaños”.


¿Existen datos arqueológicos sobre el Éxodo?


Pese a la magnitud del grupo huido de Egipto, no se ha encontrado nada de esta época que pueda corroborar una travesía de cuarenta años en la península del Sinaí. Pese a los intentos de descubrir algo por parte de la Arqueología bíblica, no se ha encontrado ningún fragmento, ni estructura ni casa de campamento antiguo. Aunque podría justificarse al decir que la vida de los israelitas era nómada y por ello no dejaron restos, lo cierto es que la investigación actual permite investigar rastros de las sociedades cazadoras-recolectoras del Paleolítico, así como del Neolítico. Además, sí se han podido documentar rastros de vida pastoral en la zona del tercer milenio a. C., así como de los períodos helenístico y bizantino.


Por tanto, podemos concluir que no pudo existir en la época que tradicionalmente aplican los investigadores a través de esos datos bíblicos, mientras que la expulsión de los hicsos, si bien no debe confundirse con el éxodo hebreo, podría haber servido como base al relato.


¿Qué sentido tendría el libro del Éxodo?


                Para entender el libro del Éxodo, debemos comprender el contexto histórico en que aparece la versión que poseemos hoy en día: el siglo VII a. C., bajo el reinado de Josías sobre Judá. En esta etapa comienza una reforma espiritual y con ella, los relatos hebreos cobrarán un carácter nacional.


                No puede decirse que en esta época es donde surgen estos relatos por primera vez, pues ya habían sido mencionados por los profetas Amós y Oseas. En palabras de Israel Filkenstein, director de la Universidad de Arqueología de Tel-Aviv (Israel):


                “Es evidente que la epopeya de la liberación de Egipto no fue compuesta como una obra original en el siglo VII a. C. Las líneas generales del relato eran conocidas, sin duda, desde mucho antes y aparecen en alusiones al éxodo y la travesía del desierto recogidas todo un siglo antes en los oráculos de los Profetas Amós (2:10; 3:1; 9:7) y Oseas (11:1; 13:4). Ambos comparten el recuerdo de un magno acontecimiento histórico relativo a una liberación de Egipto y que ocurrió en un pasado distante. Pero, ¿de qué clase de recuerdo se trataba?”


Según Filkenstein, los detalles geográficos más emblemáticos del libro de Éxodo tendrían más sentido en el contexto histórico del siglo VII a. C. que en la época en que supuestamente tiene lugar el Éxodo o el Génesis. Por ejemplo, si bien en el siglo XIII a. C. existe un lugar llamado Pitón, esta ciudad tiene mayor relevancia e importancia a finales del siglo VII a. C.


                En opinión de Filkenstein, el enfrentamiento entre israelitas y Egipto en el libro del Éxodo era un retrato de los conflictos que aquel momento vivía Josías, rey de Judá, con los reyes Psamético I y su hijo Neco, de la Dinastía XXVI, los cuales trataban de impulsar de nuevo el poderío militar y territorial de Egipto. De esta forma, el relato del Éxodo se reelabora para convertirlo en un “mito nacional”:       

   

                “La epopeya de la salida de Israel de Egipto no es ni verdad histórica ni ficción literaria. Es una vigorosa expresión de recuerdos y esperanzas nacida en un mundo en medio de un cambio. El enfrentamiento entre Moisés y el faraón reflejó la transcendental contienda entre el joven rey Josías y el faraón Neco, recién coronado. Fijar esta imagen bíblica en una fecha concreta es traicionar el significado más profundo del relato. La Pascua no es, por tanto, un acontecimiento singular, sino una experiencia continua de resistencia nacional contra los poderes de cada momento”.


                ¿Cuál sería la base del relato bíblico?


                Para el egiptólogo Donaid Redford, la base del libro del Éxodo se inspira en los recuerdos de los hicsos de su expulsión de Egipto. Estos recuerdos se expandirían entre el resto de los cananeos, incluidos los proto-israelitas, llegando a crear un imaginario colectivo. A su vez, este imaginario se convertirá en un elemento motivador de resistencia y solidaridad cuando los egipcios controlan Canaán posteriormente a su expulsión.


 Cuando los israelitas controlan Canaán, este relato cobrará un sentido aún mayor, reconvirtiéndose en una epopeya nacional frente a posibles hostilidades extranjeras. Como afirma Filkenstein:


                “Es imposible decir si la narración bíblica fue o no una ampliación y una elaboración de ciertos vagos recuerdos de la inmigración de gente cananea a Egipto y su expulsión del delta en el segundo milenio a. C. No obstante, parece claro que el relato bíblico del Éxodo extrae su fuerza no sólo de tradiciones antiguas y detalles geográficos y demográficos contemporáneos, sino, de manera aún más directa, de las realidades políticas del momento”.              


Bibliografía: 


ASCHER SILBERMAN, Neil y FILKENSTEIN, Israel, La Biblia desenterrada: Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados

BLÁZQUEZ, José María y CABRERO, Javier, Israel y la Biblia

FERNÁNDEZ GARCÍA, David, Éxodo, ¿realidad o leyenda?

JOSEFO, Flavio, Antigüedades de los judíos

La Biblia (Trad. Reina-Valera)