domingo, 3 de dezembro de 2017

La estrella Venus (Ishtar)


Desde la noche de los tiempos el planeta Venus ha sido utilizado por muchas antiguas culturas como un símbolo espiritual e iniciático clave. 

En la vieja Mesopotamia, una de las cunas de la civilización, Venus fue representado como una rutilante estrella de ocho puntas. Lo divinizaron por encima de las demás lumbreras del cielo y se le otorgó el nombre de Ishtar (Estrella). Será desde entonces la Estrella por antonomasia, la primera y por ello la que da nombre a todas las demás, la Estrella principal y soberana, la princesa o reina de las innumerables estrellas del reino astral (reino de Ishtar), luego llamado cielo.

Hoy sabemos que Venus no es una verdadera estrella, sino el segundo planeta de nuestro sistema solar. Sin embargo, para los antiguos sabios de las viejas civilizaciones, lo que hoy llamamos planetas eran estrellas errantes (varían su ruta y aparición a lo largo de los años), ya que no siguen una diaria órbita circular fija como las demás luminarias (astros fijos) que giran repetitivamente cada noche en la oscura bóveda del firmamento en torno al eje polar.

Venus el bello y majestuoso astro que luce en el alba y el ocaso, durante esos momentos no es día ni es noche, no hay luz solar pero tampoco hay oscuridad, curiosamente sólo en el crepúsculo desaparecen las sombras del mundo, pues el sol produce sombras al igual que lo hace la luna llena. Simbólicamente llamaron reino de las sombras al día y a la noche. Y en medio de esa polaridad hay un portal (mejor dicho dos) donde las sombras desaparecen maravillosamente (como todos podemos apreciar si vivimos ese instante en el campo o la montaña), un momento de paz y belleza donde reina la hermosa luz crepuscular, la única que impide existan las sombras.

Y en ese tiempo de fusión, donde se trasciende la polaridad, surge en el cielo un astro sorprendente, la luminaria más potente de todas (si exceptuamos a los dos astros contrapuestos o polares, sol y luna), el lucero que brilla al amanecer y al atardecer, el lucero crepuscular.  Este astro fue divinizado y recibió el nombre de Ishtar. Luego los romanos lo denominaron en latín Venus y así lo conocemos hoy en día. Pero su nombre inicial original es Estrella (Ishtar) y esta candela celeste especial aparecerá en el esoterismo de múltiples religiones, determinando y simbolizando los secretos iniciáticos.

La Estrella (la diosa Ishtar), que recibió variados nombres en distintas religiones, sobrevivió en el esoterismo espiritual de sucesivas culturas hasta siglos recientes. El brillante Lucero celeste se convertirá en el emblema simbólico de toda iniciación trascendente, llegando a ser considerado el portador de la luz.

Con el paso de los siglos y la llegada de los credos patriarcales que traerán nuevas divnidades la Estrella desaparecerá aparentemente, se camuflará, se transformará y recibirá nuevos nombres. Perseguida por las nuevas religiones manipuladoras de mentes (sentimientos de miedo, de culpa, etc)  la Estrella adoptará múltiples apariencias, máscaras o disfraces. La temerán por ser quien otorga la verdadera iniciación y transformación en la senda hacia la eternidad. En su metamorfosis la Estrella será a veces una Copa, denominada después como el Santo Grial o Copa de la Vida. En otras ocasiones se convertirá en un ente misterioso (príncipe angélico) que supuestamente traicionará al nuevo Dios patriarcal y será conocida así como Lucifer.

En el paganismo las estrellas eran dioses astrales, pero en las nuevas religiones patriarcales monoteístas la estrellas serán entes celestiales llamados ángeles. Y el mayor de todos esos ángeles no podía ser sino la antigua Ishtar, ahora renombrada como Príncipe de Ángeles. Inventarán un nuevo relato mítico en el cual esta Estrella /Lucifer se sublevará contra el Dios patriarcal y por ello será desterrada a la Tierra de los mortales, tras ser vencida por las legiones de los ángeles fieles al nuevo Dios monoteísta.

La Estrella, ahora caída, se precipitará al mundo terreno. Pero los esoteristas volverán a incluir los viejos símbolos escondidos en la nueva tradición. Así Venus/Lucifer, el que trae/o la que trae la luz, desprenderá de su celestial corona o de su divina frente (según versiones) una fabulosa piedra, portadora portentosa de poderes celestiales, la cual llegará a ser conocida en el medievo europeo como el santo Grial. Refieren las leyendas antiguas que cierto grupo de ángeles, llamados los ángeles neutros (verdaderos custodios de la luz), que no habían participado en la guerra entre los dos bandos celestes (cosmovisión patriarcal fragmentada del universo), tomarán esta piedra griálica y la esconderán en la tierra para que los humanos puedan hallarla y obtener los poderes del renacimiento.

En realidad dicha piedra grialiana no es sino el corazón o esencia energética de Venus/Ishtar (su sangre espiritual), único poder capaz de integrar y trascender la dualidad o polaridad que nos mantiene atrapados en este mundo terrenal o realidad ordinaria.

La Estrella siempre ha sido la iniciadora. Figurará así a veces en el arte egipcio, junto a algunos dioses. Aparecerá en el relato del nacimiento del Jesús cristiano, guiando a unos magos de Oriente.

Jesús nunca fue cristiano (palabra griega creada por San Pablo, verdadero inventor del cristianismo) sino que fue un iniciado luciferico.  El Espíritu Santo está representado por la paloma, que es el ave que siempre simbolizó en la antigüedad a Venus/Ishtar.

Jesús baja al Inframundo para integrar a la muerte y trascender la polaridad, lo cual no es sino la esencia de la senda luciferina. Jesús ofició liturgia en una copa o cáliz, donde ofreció su sangre, lo cual todo es una metáfora de la piedra/copa y la sangre grialiana, símbolos universales que ya existían en otras culturas antes del cristianismo.  

Los templarios (una enigmática orden monacal medieval) conocieron ese secreto, (perseguido y ocultado por la corrompida y materializada Iglesia oficial desde el mismo principio del cristianismo), y por ello en cierta forma se convirtieron en los nuevos custodios temporales del grial o senda luciferica.

Ya previamente el esoterismo islámico había conseguido hacer sobrevivir a la Estrella creando  un templo grialiano, la octogonal la mezquita de la Roca. Transformaron los ochos rayos de Venus/Ishtar en las ocho caras de un templo (el Templo de la Roca). Y en el centro de ese templo octogonal estará flotando metafísicamente ese punto que hay en el corazón de la Estrella, es decir flotará místicamente el santo Grial. Los templarios junto con los Cátaros tomarán simbólica e idealísticamente su custodia y replicarán ese templo octogonal/estelar en Europa, especialmente en el Camino de Santiago, que no es sino una antigua y pagana ruta de la milenaria Estrella.

VENUS-LUCIFER

Una estrella muy brillante es avistada en el cielo, al Oriente... Durante toda la noche jamás se la vio. No es posible verla en las tinieblas de la noche... la noche no es de su jurisdicción.

Ahora ha aparecido, pero el cielo todavía está oscuro...

Portando su antorcha luminosa trae un mensaje; es el heraldo celeste; el Lucero del Alba, hijo de la Aurora que anuncia con júbilo el retorno del Rey de la Luz y su victoria sobre la noche. Los griegos llamaban a este mensajero Έωσφόρος (Eosphoros), y los romanos, Lucifer.

Al elevarse el Rey, su luz opaca a todas las estrellas, incluso el soberbio brillo del resplandeciente mensajero ha desaparecido.

Y en los días en que este mensajero, este ἄγγελος, no aparece para dar su buena nueva, es posible ver otra estrella, de idéntico brillo majestuoso, justo después de que el Sol desciende por el Occidente dando comienzo a la noche. Un príncipe que despide con honores a su Rey. Los griegos le llamaban Έσπερος (Hésperos), y los romanos Vesperus.

Sin embargo, tanto griegos y romanos sabían perfectamente que tanto la estrella matutina del Este y la estrella vespertina del Oeste, eran dos aspectos de un mismo cuerpo celeste: Venus ♀.

El nombre de este planeta, proviene de la diosa romana del amor y la belleza, que a su vez tiene su origen en la diosa griega Afrodita y la etrusca Turan, asociadas también con otras diosas de funciones semejantes como Ishtar, Inanna, Astarté, Freyha, Isis, etc. También le da su nombre al día viernes, del latín Veneris dies (día de Venus), en inglés Friday y en alemán Freitag, significa día de Freyha.


Venus-Lucifer, la Estrella, el Lucero, es la expresión iniciática milenaria de la radiante y eterna luz de la Conciencia del Universo manifestándose en el inconsciente humano. 

Venus el Lucero, hogar de Lucifer, único planeta que gira en sentido contrario al resto, como la esvástica implosiva.  

El porqué del sentido de la esvástica implosiva, tiene que ver con ir en sentido contrario al movimiento fractal de manifestación de la materia, es decir, hacia el origen, en sentido de liberación del espíritu encadenado a la materia.

Venus es la puerta dimensional, por donde ingresó Lucifer como espíritu increado y tomó entidad, para dar batalla y liberar de la prisión Demiúrgica del mundo material, a todos los seres espirituales encarnados y retornarlos a su origen, inmanifiesto e inmortal.

Venus, fue representado como una rutilante estrella de ocho puntas. Lo divinizaron por encima de las demás lumbreras del cielo y se le otorgó el nombre de Ishtar (Estrella).

Hoy sabemos que Venus no es una verdadera estrella, sino el segundo planeta de nuestro sistema solar. Sin embargo, para los antiguos sabios de las viejas civilizaciones, lo que hoy llamamos planetas eran estrellas errantes (varían su ruta y aparición a lo largo de los años), ya que no siguen una diaria órbita circular fija como las demás luminarias (astros fijos) que giran repetitivamente cada noche en la oscura bóveda del firmamento en torno al eje polar.

Venus el bello y majestuoso astro que luce en el alba y el ocaso, durante esos momentos no es día ni es noche, no hay luz solar pero tampoco hay oscuridad, curiosamente sólo en el crepúsculo desaparecen las sombras del mundo, pues el sol produce sombras al igual que lo hace la luna llena. Simbólicamente llamaron reino de las sombras al día y a la noche. Y en medio de esa polaridad hay un portal (mejor dicho dos) donde las sombras desaparecen maravillosamente (como todos podemos apreciar si vivimos ese instante en el campo o la montaña), un momento de paz y belleza donde reina la hermosa luz crepuscular, la única que impide existan las sombras.
  

Venus-Lucifer es la Deidad Suprema o vasta Conciencia Cósmica expresándose ante quien anhela el acceso a la realidad del espíritu como brillante luz redentora, liberadora, reveladora. 

Lucifer es la rebelión espiritual ante el imperio de las sombras, ante la conciencia sumergida en la materia, ante la tenebrosidad del ego. 

Lucifer es la luz divina que ha descendido al reino humano (espacio-tiempo inconsciente) para liberar y redimir la conciencia y posibilitar la manifestación radiante del genuino y eterno ser.

Lucifer, "El Luxfero" significa, el que trae la luz a la conciencia. Muchos grandes iniciados en el pasado siguieron la luz de la brillante estrella. 

Pero Venus-Lucifer en su primigenio origen fue siempre la Diosa Iluminadora, la Estrella iniciadora.

Ella reina entre las sombras anunciando el Reino de la Luz. Y en nuestro oscuro interior debemos hacer nacer esa Estrella.

Antiguamente se creía que el mismo planeta Venus se trataba de dos astros diferentes, denominados Véspero y Fósforo (Lucero del alba y del atardecer). Diógenes Laercio deja plasmada a su vez de Parménides, el descubrimiento y acierto de Pitágoras (se trataba del mismo):

"El primero que llamó Véspero y Fósforo (Pitágoras) al mismo astro, según asegura Parménides".

Extraido de Kababelan Ediciones.