terça-feira, 24 de outubro de 2017

El Luciferianismo en el Antiguo Egipto



El presente tema es una visión de cómo la religión egipcia mantuvo el equilibrio de los cultos solares y lunares en las diferentes dinastías a pesar de la eterna rivalidad entre la luz y la sombra, en constante batalla en la psique de la humanidad. Ya Herodoto, gran historiador griego, en su II Vol. de Las Historias había definido a los egipcios como los más religiosos de los hombres, aun cuando esta actitud tan solo fuese parte de la evolución por comprender y alcanzar la divinidad. Los documentos que nos han llegado hasta nuestros días nos dan indicios de que esta antigua civilización era muy estable, desarrollando su sociedad de una manera pacífica con códigos morales que mantuvieron la sana convivencia del pueblo, lo que ha influenció notoriamente la civilización actual.

Es por esta razón que nos centraremos esencialmente en los aspectos históricos, estudiando a los dioses mitológicos más importantes cuyos aspectos e “identidades” se revelan de mayor provecho para lograr entender la mentalidad antigua como un fenómeno social mediante lo cual la voluntad colectiva se manifiesta como parte integral de la naturaleza, dando mayor importancia a las cuestiones del espíritu que a la carne en sí misma. Como ejemplo, cabe citar que los templos se construían de piedra siendo estos una representación mística entre los egipcios y el mundo que les rodeaba, es por esto que a algunos dioses se les atribuían el reinado sobre algunos elementos naturales. Entre los principales tenemos:

HORUS, el contrario de SETH destructor de las fuerzas del caos, el que toma posesión del mundo de los vivos. El faraón es su manifestación en la tierra, el dios del cielo cuyos ojos son la luna y el sol.
AMON, dios de los vientos, protector de los navegantes quien se fusiono con el dios sol convirtiéndose así en AMON-RA.
BASTET, diosa asociada a la luna, protectora de los nacimientos y embarazadas, enfermedades y malos espíritus.
SATET, quien era la diosa de la guerra, asociada a la inundación, la fertilidad y el amor. Deificación de las inundaciones del rio Nilo.
OSIRIS, dios de los muertos, guardián de la vegetación.
SETH, dios del desierto, símbolo de las fuerzas destructoras, con voz de trueno, asesino de Osiris, consagrado al hierro.
ANUBIS, dios que presidia a las momificaciones y guardián de las necrópolis.
KHEPER, dios de la resurrección, símbolo del sol naciente.

Estos son tan solo algunos dioses, una pequeña parte del politeísmo egipcio con el atributo más significativo de cada uno de ellos. El hombre egipcio se dirigía a sus diversos dioses para cada sentimiento o acción con el fin de que le ayudaran o guardaran en las diferentes etapas de la vida tales como nacimiento,  juventud,  guerra, enfermedad,  muerte. En la creencia de que cada uno de estos dioses seria condescendiente con él según la fidelidad que mantuviese ante cada uno de estos, nos situamos en un sistema figurado, observando el pensamiento mítico e incluso poético que en la mayoría de los casos resulta ser bastante hermético, incluso para aquellos estudiosos de esta cultura, sin embargo no siempre el egipcio debía dirigirse a estos dioses para cumplir con sus tareas diarias o lograr sus objetivos, esta cultura se inclinaba más por el pragmatismo en el momento de resolver los problemas cotidianos.

¿Cómo llego el hombre primitivo a reverenciar a estos dioses con atributos humanos si nunca hemos vistos indicios de alguna raza semihumana con cabeza de halcón, gato o toro? Debemos remontarnos a los comienzos de esta cultura, a los hombres del norte de África o seguramente del sur de Europa que encontraron una región de clima húmedo y abundante vegetación gracias al caudaloso Nilo; con el tiempo las fuerzas de la naturaleza fueron cambiando con lo que se veía que algunos animales que los cazadores perseguían estaban dotados de cualidades envidiadas por los ellos, a la larga el hombre se convirtió en amo y señor de los dioses zoomorfos necesitando un dios dotado de infinito poder. El dios que reina en las alturas, regulando los días, estaciones, controlando el crecimiento de los cultivos el cual renacía en las mañanas por el horizonte luego de morir la noche anterior, hablamos del sol el cual se convirtió en un dios dotado con algunos atributos humanos, fue así como nació una religión.

Recordemos que una imagen cuyo origen es la imaginación, vive por sí misma y se desarrolla lógicamente con independencia del objeto que inicialmente representa. Fue así como al comparar el cuarto menguante de la luna con un rizo de cabello, se creó la joven quien debía de portarla en la cabeza, al compárala con un cuchillo curvo se descubrió su misión, la muerte de los seres maléficos… es así que la luna jugo el papel de justiciera digna representación de la diosa Isis.

El ingenio del egipcio creó a sus propios dioses con atributos humanos, dotándolos de pasiones y perversiones. Estos dioses humanizados se casarán, tendrán hijos, pensarán, juzgarán, engañarán y sentirán vileza, tal como el ser humano de antaño, el cual no se diferencia del hombre moderno. Los egipcios adoptaron las formas del ritual como medio para expresar, fuera del culto, el enriquecimiento del pensamiento cosmológico (coronamiento, jubileo) El concepto de lo divino puede haber tomado características propias cercanas a otras concepciones evolucionadas, sin tener que identificarse necesariamente con ellas.

Con el transcurso del tiempo, muchos dioses se convirtieron en dioses sol bajo la forma de AMON-RA, KHNUM-RA, SEBEK-RA… lo que significo en cada uno de ellos el reconocimiento de la fuerza creadora del sol y no que este fuese adorado en lugar de cada uno de ellos. Del mismo modo, están los dioses lunares,  que aunque su culto no es muy conocido, podemos apreciar al día de hoy algunas deidades con los rasgos y características del astro, tales como THOTH, KHONSU, OSIRIS, DUAU… o bien se inspiraban en los mitos lunares.

El rito siempre adquiere su valor a través de un mito, y es gracias a él como puede transformar un acto banal en un acto sagrado. Abrir una puerta no es un acto sagrado, aunque se trate de la puerta de un templo, pero hacerlo con consciencia de estar repitiendo un acto divino, es decir, introducir elementos míticos en el espíritu del que lleva a cabo la acción, lo vuelve en uno.

En las reuniones presenciales nos centramos en analizar dos o tres deidades por sesión con el fin de encontrar en estas el equilibrio mencionado y hallar así la base de la filosofía luciferina en cada uno de ellos. ¿Por qué no llegar a un estudio más profundo con el fin de encontrar una máscara deifica la cual podamos portar? Podremos utilizar los atributos que cada dios tiene para nuestros fines en la sociedad moderna, esto no quiere decir que tengamos que entrar en un sistema de adoración a estos dioses, aunque sí se recomienda que al tratar con estos se haga de manera respetuosa; recordemos que el poder viene de nuestro interior y es allí donde moran todos los dioses de las diversas culturas, por lo tanto se aconseja un acercamiento respetuoso a esta “religión” tal y como nos respetamos a nosotros mismos, debemos ser escépticos en un gran porcentaje lo cual desde este momento se considera toda una travesía.

La Civilización Egipcia

 La religión del Antiguo Egipto comprende varias creencias religiosas y rituales practicadas durante más de tres milenios: desde el período predinástico hasta la adopción del cristianismo tras la romanización. Esta se caracterizaba por aceptar varias cosmogonías, coexistiendo de manera más o menos armónicas, en diversos períodos históricos. Estas creencias se centraban en la adoración de múltiples deidades, que representaban varios aspectos de la naturaleza, simbolizando ideas y funciones de poder, expresados por medio de complejos y variados arquetipos.

Durante dicha época divinizaron aquellos fenómenos naturales que les desconcertaban o infundían temor, de los que no conocían la razón de su proceder; las características de los dioses que poblaron el reino divino estaban relacionadas con el entendimiento de las propiedades del mundo en que vivían. Creían que dichos fenómenos eran fuerzas divinas en sí mismas, estas fuerzas deificadas incluían elementos, fuerzas abstractas, fenómenos y características animales, de este último creían que el animal en si era una manifestación del dios en la tierra, es decir, que era una forma de representar a sus dioses, mas no de concebirlos.

Ejemplos de algunos dioses zoomorfos:

Ra y Horus, tienen cabeza de halcón porque era uno de los animales más importante de los egipcios, su admiración se debió a que los halcones surcaban los cielos de forma majestuosa.
Anubis, tiene forma de chacal, ya que los antiguos egipcios se inspiraron en el comportamiento de los caninos, a menudo carroñeros que paseaban por la noche en los cementerios buscando cadáveres, razón por la que es el dios de la muerte, maestro de las necrópolis y patrón de los embalsamadores.
Bastet, tiene cabeza de gato, porque para ellos este les simboliza la alegría de vivir y la armonía, además de proteger el hogar.
Thoth, tenía cabeza de ibis ya que este animal era admirado por su forma de volar y por la capacidad de comer serpientes venenosas sin morir, una de las razones por las que era considerado dios de la sabiduría y la escritura, asimismo, el dios de los conjuros y hechizos mágicos. Debido a esto, los griegos lo identificaron con Hermes, el escriba de los dioses. Otra de las formas en que fue representado era con la cabeza de un babuino.
Como se mencionó, algunos dioses se relacionaron con diferentes fenómenos como Osiris, que era el dios de la resurrección, también símbolo de fertilidad y la agricultura o Seth, representando la aridez y la sequía, la fuerza bruta, pero también el encargado de proteger la barca del dios Ra, etc…

Desde sus inicios, Egipto ha estado muy marcado por la dualidad, incluso en el ámbito geográfico y político, para ellos muchas cosas estaban conformadas por pares de contrarios que se complementan y forman la unidad, la filosofía egipcia tiene como premisa principal: “Uno es todo y todo es uno”, y como bien diría más tarde Paracelso “el cielo es el hombre y el hombre el cielo, y todos los hombres juntos son el cielo y el cielo no es más que un hombre”. Con esto se entiende que el hombre es un modelo del universo, y si éste se conoce a sí mismo perfectamente, podrá conocer el universo. Basados en esto, entendieron que todo formaba un único bloque donde nada podía tratarse por separado. Justo lo contrario de lo que ocurre en nuestra sociedad actual.

Ejemplos de esta dualidad los vemos en la Concepción de la muerte y el renacimiento, cosecha y recolección, la luz y la oscuridad, el sol y la Luna, parejas de dioses, la ciencia y la religión, etc., esto mismo los vemos también en sus dioses, como Osiris/Horus y Seth, Sekhmet y Bastet, Geb y Nut, entre otros y asimismo en su cotidianidad y la composición del ser humano; de esta manera también existen dos mundos, el físico y el espiritual o Duat. Cabe destacar que esta dualidad no representa necesariamente un conflicto ni extremos morales en conflicto como el maniqueísmo religioso de las religiones abrahámicas.

Los Egipcios y su Visión del Ser Humano

Desde su perspectiva, el hombre es la suma de una serie de fuerzas vitales que habitan su cuerpo (dyet, jet o jat). En los textos egipcios se suponía que el hombre poseía un jat, que era el elemento más tangible de los que componen el hombre.

El cuerpo era visto como algo inerte, un simple trozo de materia, pero sirviendo de soporte físico para los demás elementos, por lo que debía de ser momificado para asegurar su incorruptibilidad, y de esa manera garantizar que continuara existiendo, incluso después del fallecimiento. Este  a su vez poseía componentes intangibles, tenía un cuerpo espiritual sahu o atmu, que era dado a quien obtenía un grado de conocimiento, poder y gloria, volviéndose duradero e incorruptible, pudiéndose asociar al alma y conversar con ella. Es el Máximo Misterio, la causa espiritual del hombre mismo. Así, podía ascender al Cielo y morar con el sahu de los justos y dioses; tenían también un “espíritu” ba que es el concepto más cercano a lo que conocemos como alma. Es la parte trascendente que permanecería con el cuerpo tras la muerte. También era lo que hacía único a un ser, similar a la noción de “personalidad”. Como el alma, el ba es la parte de una persona que vivía después de la muerte del cuerpo, y lo solían representar como un ave con cabeza humana, que volaba desde la tumba para unirse con ka en la vida futura; el ka era un “doble”, era una pizca del principio universal e inmortal de la vida, un concepto semejante al de la “fuerza vital”, lo que diferencia a una persona viva de otra muerta, esta ocurría cuando ka abandonaba el cuerpo. Se pensaba que este era creado por Jnum, en su rueda de alfarero, para ser depositado en los hijos en el momento de su concepción.

Los egipcios también creyeron que el Ka se sostenía por medio del alimento y la bebida, por lo que a los muertos se les presentaba ofrendas d estos, aunque era el Ka de las ofrendas la que consumía, no la parte física del alimento; tenían igualmente una inteligencia o ju, su sombra jaibit, sheut o shuit, de la cual creían que no podía estar sin el cuerpo y este sin la sombra, por lo tanto, los egipcios conjeturaron que la sombra contenía algo de la persona que representa. El sheut fue representado como una pequeña figura humana pintada totalmente de negro, símbolo de la muerte, o como un sacerdote de Anubis, asimismo un corazón o mente ib, que era considerado una de las partes espirituales más importantes del ser humano.

Los egipcios emplearon dos palabras diferentes para designar el corazón: ib y haty. El primero se suele referir al corazón como órgano que originaba los sentimientos, la sede del pensamiento, memoria, inteligencia, conciencia, imaginación, valor, fuerza vital, el deseo, etc., y haty, que solía utilizarse para indicar el corazón en su aspecto físico. Así como con otras antiguas culturas, el corazón era la sede de las emociones, también del pensamiento intelectual, conciencia y moralidad y finalmente un nombre o ren, el que la persona recibe al nacer, aunque podría cambiar a medida que la persona iba evolucionando. El ren viviría mientras el nombre fuese pronunciado, lo que explica los grandes esfuerzos realizados para protegerlo, escribiéndolo profusamente en papiros y monumentos.

También era posible adquirir, mediante un proceso de iniciación, el aj (akh) que es un cuerpo luminoso; un elemento vinculado con la “luz”, concepto netamente funerario ligado a las estrellas, y con ellas, a la resurrección e inmortalidad. En un principio se decía que solo los faraones y dioses tenían este aj, pero con el tiempo se fue modificando y con iniciación y trabajo, las personas pudieron obtenerlo. Esta es la máxima expresión del ser humano “realizado”, el que puede alcanzar la vida futura entre las estrellas y también podían obtener el sejem (sekhem) que era una forma de la manifestación de la fuerza y voluntad divina y confería al que lo obtenía el poder de los dioses en este mundo. Los sacerdotes, o magos, que lo poseían se convertían en portadores de la fuerza y voluntad divinas y su manifestación en este mundo.

Con esto podemos ver que los egipcios eran una civilización muy espiritual, y así como rendían culto a sus entidades divinas, también se preocupaban por empoderar su ser, tanto en vida, como al prepararlo para el viaje al más allá; asimismo la dualidad en torno a la civilización no era vista como fuerzas que se repelen, por el contrario, esto era necesario para tener un balance sobre todos los aspectos. Para ellos no existía una diferencia perceptible entre lo sagrado y lo mundano, todo acto terrenal era un acto divino; a diferencia de las religiones monoteístas, en donde se puede apreciar que siempre hay una fuerza luchando contra su opuesto, como por ejemplo, la batalla entre ángeles y demonios o lo carnal y lo espiritual. Dentro del Luciferianismo, todos estos seres son entendidos como una representación de un tipo específico de “poder” inherente tanto en la naturaleza como en el ser humano. Cada uno de estos aspectos nos permite formar lo que definiríamos como máscara deífica, lo que nos ayudará en nuestra iniciación; cabe aclarar que los luciferinos no intentamos revivir ningún panteón con dioses sobre nosotros, sino que usamos las características de dicha entidad como herramientas o máscaras, que representan  tipos específicos de poder reconocidos en la naturaleza y el humano, por ende entendemos que tiene que existir siempre un balance en todo aspecto para permitirnos alcanzar el empoderamiento del ser y finalmente su apoteosis.