sábado, 31 de agosto de 2024

Édouard Schuré - El plano Astral

 

¿Cómo concebir el plano astral, el otro mundo?. En ocultismo se distinguen tres mundos:

1º El mundo físico (aquel en que vivimos).

2º El mundo astral (que corresponde al purgatorio).

3º El mundo espiritual, o, según el término sánscrito, devakánico (que corresponde al cielo cristiano).

Hay, además, otros mundos más acá y más allá de éstos, pero no nos ocuparemos de ellos en estas lecciones. Ellos están, por otra parte, por encima de toda concepción humana. Sólo los más grandes iniciados pueden tener una lejana idea acerca de ellos. Aquí no nos ocuparemos más que de la evolución planetaria en el seno de nuestro sistema solar.

El plano físico nos encierra en este estrecho espacio de la existencia física que transcurre entre la vida y la muerte. Entre dos encarnaciones, nos movemos en el plano astral y en el plano devakánico. Pero el núcleo del hombre permanece inmutable. El se reencarna, pero no eternamente. Porque el ritmo de la encarnación y la reencarnación ha comenzado y debe terminar. El hombre viene de otra parte y a otra parte va. El mundo actual no es un lugar, sino un estado. Nos rodea y en él nos bañamos continuamente sobre esta tierra.Vivimos en él como ciegos de nacimiento que caminaran a tientas. Dadles la vista por una operación: estarán siempre en las mismas habitaciones, pero verán por primera vez las formas y los colores. Así se abre el mundo astral para la clarividencia. Es otro estado de conciencia.

En los trabajos científicos de Goethe se encuentra un pasaje notable sobre la esencia de la luz considerada como lenguaje de la naturaleza. «Tratamos en vano, -dice-, de expresar la esencia de un ser. Percibimos su efecto, y una historia completa de esos efectos comprendería tal vez la esencia de este ser. Nos esforzaríamos en vano en pintar el carácter de un hombre; pero reunamos sus acciones en un todo y se ofrecerá a nuestros ojos una imagen de su carácter.

«Los colores son acciones de la luz, acciones y pasiones. En ese sentido nos revelan la naturaleza de la luz. Los colores y la luz son fenómenos estrechamente unidos. Pero es necesario que nos los representemos como si formaran parte integrante de toda la naturaleza, porque toda la naturaleza quiere manifestarse al ojo, por la luz y los colores».

«La naturaleza se manifiesta de una manera análoga a otro sentido: Cerrad los ojos; prestad oídos. Del soplo más ligero al tumulto más ensordecedor, del sonido más simple a la armonía más complicada, del grito más violento y más apasionado hasta la palabra más dulce de la razón, es siempre la naturaleza la que habla, que revela su presencia, su fuerza, su vida, y sus relaciones, tanto como el ciego al cual le está velado el infinito visible, puede captar, en lo que es audible, un infinito viviente».

«Así, la naturaleza habla de alto a bajo, a sentidos con oídos, mal conocidos y desconocidos. Así, ella conversa consigo misma y con nosotros por mil fenómenos. Para el observador atento no está muerta ni muda; a la dura tierra ha agregado un confidente, un metal cuyas partículas más pequeñas nos permiten distinguir (observar) lo que pasa en su masa entera».

(Teoría de los colores. Prefacio)

Tratemos de descubrir el mundo astral. Allí es necesario habituarse a otra manera de ver. Al principio todo es allí confuso y caótico, la primera cosa de que uno se da cuenta es que el plano astral nos muestra todo lo que existe, como un espejo, y que allí todo está invertido. Si leéis la cifra 365, en la luz astral es necesario leerla al revés: 563. Si un acontecimiento se desarrolla ante nosotros, lo hace en sentido inverso de su dirección sobre la tierra. En el mundo astral la causa viene después del efecto, en tanto que en nuestro mundo, el efecto viene después de la causa. En el mundo astral el fin aparece como causa. Lo que prueba que el fin y la causa son cosas idénticas que actúan en sentido inverso según la esfera de vida en que nos colocamos. La clarividencia resuelve, pues, experimentalmente el problema teológico que ninguna metafísica ha podido resolver por el pensamiento abstracto.

Otra aplicación de este desdoblamiento inverso de las cosas en el mundo astral es que enseña al hombre a conocerse a sí mismo. Los pensamientos y las acciones se expresan en este plano por formas vegetales y animales. Cuando el hombre comienza a percibir sus pasiones en el plano astral, las ve bajo formas animales, pero esas formas que salen de él las ve en sentido inverso, como si vinieran a asaltarlo. Es que en el estado visionario, el ya está exteriorizado: de otro modo no podría verse. Así, ahí solamente, en el plano astral, el hombre aprende verdaderamente a conocerse a sí mismo contemplando las imágenes de sus pasiones, como imágenes de animales que se echan sobre él. Así es como un sentimiento de odio, hacia un ser exterior aparece como un demonio que se precipita sobre él.

Este conocimiento astral de sí, se produce de una manera anormal en aquellos que tienen enfermedades psíquicas que consisten en verse sin cesar perseguidos por animales, por seres gesticulantes. No se dan cuenta, que lo que ven, es el reflejo de sus pasiones y de sus emociones. La verdadera iniciación no produce ninguna turbación psíquica. Pero la irrupción prematura y súbita del mundo astral en el organismo humano puede producir la locura. Porque el hombre se separa del cuerpo físico en la clarividencia. De ahí pueden nacer los peligros para el espíritu y el cerebro de quien no esté entrenado y disciplinado en ese género de ejercicios.

Toda la iniciación rosacruz ha poseído una disciplina que tendía precisamente a hacer al hombre objetivo para sí mismo, a formar un yo objetivo. Es necesario comenzar por verse a sí mismo objetivamente. Esta representación de sí hace posible la salida del cuerpo astral fuera del cuerpo físico. ¿Qué pasa en el momento de la muerte?. Después de la muerte, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo del hombre se separan del cuerpo físico, no quedando en el mundo físico más que el cadáver. Poco después , el cuerpo etérico y el astral forman un todo. El cuerpo etérico imprime en el astral toda la memoria de la vida que encierra, después se disipa lentamente en su elemento y el cuerpo astral entra solo en el mundo astral.

El cuerpo astral encierra entonces todos los deseos engendrados por la vida, sin los medios de satisfacerlos, puesto que ya no tiene cuerpo físico. Eso le da el sentimiento de una sed devoradora. De ahí ha venido, en la mitología griega, la imaginación del suplicio de Tántalo. Se siente también la impresión de estar metido en un brasero. Y de ahí viene el Infierno, el Purgatorio. La idea del fuego, del Purgatorio, del que se burlan los materialistas, expresa verdaderamente el estado subjetivo del hombre después de la muerte.

Por el contrario, la sed de acción no satisfecha, da al alma la sensación de frío. El estado objetivo es expresado por el frío que exhala del alma. Este frío, nacido de la acción que no se ha realizado sobre la tierra, es el que sienten los espiritistas en las sesiones mediúmnicas. Es necesario que el alma legada a este cuerpo astral pierda el hábito de la existencia de sus órganos físicos y los adquiera de nuevo para aprender a vivir en el mundo astral. Para eso ella recomienza a desenvolver su vida al revés, comenzando por el fin hasta su infancia. Solamente entonces, una vez que llegó al punto de su nacimiento, después de haber vivido su vida en ese fuego purificador, está maduro para el mundo espiritual, el Devakán. Tal es el sentido de las palabras de Cristo diciendo a sus apóstoles: «en verdad os digo: hasta que no volváis a ser niños no entraréis en el Reino de los Cielos.»

Cuando el hombre desciende a encarnarse sobre la tierra, es empujado por el deseo; y no es sin fin que nace en el hombre el deseo de la tierra. Este fin es aprender. Aprendemos con todas nuestras experiencias y enriquecemos nuestro fondo de conocimientos. Pero para que el hombre pueda aprender sobre la tierra, es necesario que sea atraído hacia allí arrastrado por las posesiones (goces). Cuando llega al mundo astral después de la muerte, el alma revive su existencia al revés, el alma, al contrario, debe tratar de rechazar el goce, conservando la experiencia de su pasaje por el plano astral, es, pues, una purificación por la cual olvidó el gusto por las delicias físicas.

Tal es la purificación del Kamaloka de los hindúes, del fuego abrasador. Es necesario que el hombre pierda el hábito de tener un cuerpo. La muerte le produce al principio el efecto de un vacío inmenso. En la muerte suicida y violenta, estas impresiones de vacío, de sed y de quemadura son mucho más terribles. El cuerpo astral que no está preparado para vivir fuera del cuerpo físico, es arrancado de él con dolor, en tanto que en la muerte natural, el cuerpo astral se separa fácilmente. En la muerte violenta que no es causada por la voluntad del hombre, el desgarramiento es siempre menos doloroso que en el caso de suicidio.

Puede producirse también durante la vida una especie de muerte espiritual, causada por la separación prematura entre el espíritu y el cuerpo, por una confusión del plano astral con el físico, Nietzsche es un ejemplo de ello. En su libro: «Más allá del Bien y del Mal»,  Nietzsche ha transportado, sin saberlo, el plano astral sobre el plano físico. Resulta de ello un trastorno y una inversión de todas las nociones, y por fin el error, la locura, la muerte. La vida crepuscular de un gran número de mediums es un fenómeno análogo. El medium, infaliblemente pierde la orientación entre estos diversos mundos y no puede distinguir el verdadero del falso.

La mentira en el plano físico se convierte en destrucción en el plano astral. Este fenómeno es el origen de la magia negra. El mandamiento físico: ¡No matarás!, puede, pues, traducirse respecto al mundo astral: ¡No mentirás! En el plano físico la mentira no es más que una palabra, una imagen, pero no destruye nada. En el plano astral todos los sentimientos, todas las ideas son formas visibles, fuerzas vivientes. La mentira astral forma una colisión entre la forma falsa y la forma verdadera, que se matan recíprocamente.

El mago blanco quiere dar a las otras almas la vida espiritual que lleva en sí mismo. El mago negro tiene sed de matar, de crear el vacío alrededor de él en el mundo astral, porque ese vacío crea para él el campo en el cual puede desplegar sus pasiones egoístas. Para eso se necesita fuerza, es aquella de la cual se apodera tomando la fuerza vital de todo lo que vive, es decir, matándolo.

He aquí por qué la primera sentencia de la tabla de cálculos de la magia negra dice así: Es necesario vencer la Vida. He aquí por qué en ciertas escuelas de magia negra se enseña a los discípulos la horrible y cruel práctica de dar golpe de cuchillo a animales vivientes, con indicación precisa de la parte del cuerpo del animal que hace nacer tal o cual fuerza en el sacrificador. Del lado exterior se pueden constatar así puntos comunes entre la magia negra y la vivisección. La ciencia actual, consecuencia de su materialismo, tiene necesidad de la vivisección. El movimiento de opinión contra la vivisección se inspira en razones profundamente morales. Pero no se negará a abolir la vivisección en la ciencia hasta que no se haya dado la clarividencia a la medicina. Sólo porque perdió la clarividencia la medicina ha debido recurrir a la vivisección. Cuando hayamos conquistado de nuevo el mundo astral que se ha retirado de nosotros, la clarividencia permitirá al médico sumergirse y penetrar con el espíritu en el estado interno de los órganos enfermos y la vivisección será abandonada como inútil.

El conocimiento de la vida astral nos conduce a una conclusión capital que es: el mundo físico es el producto del mundo astral. Se puede citar un ejemplo entre mil, sacado de la penetración recíproca de los pecados humanos y de los acontecimientos del mundo astral, así como de la repercusión en el astral de los pecados cometidos en la vida terrestre: las epidemias que hicieron estragos, sobre todo, en la Edad Media. La lepra es el resultado del terror provocado por los hunos y de las hordas asiáticas sobre las poblaciones asiáticas. Los pueblos mongoles, en efecto, descendientes de los atlantes, eran portadores de degeneración. Su contacto produjo al principio la enfermedad moral del miedo en el plano astral del hombre; la sustancia del cuerpo astral se descompuso y este terreno de descomposición astral vino a ser una especie de terreno de cultivo donde se desarrollaron las bacterias que provocaron sobre la tierra enfermedades como la lepra.

Lo que arrojamos de nosotros hoy sobre el mundo astral reaparece mañana sobre el plano físico. Lo que sembramos aquí sobre el plano astral lo recogeremos sobre la tierra en los tiempos futuros. Recogemos, pues, hoy, los frutos de la estrecha mentalidad materialista que sembraron nuestros antepasados en el plano astral. De aquí se puede deducir la importancia esencial que tiene el nutrirse de las verdades ocultas. Si la ciencia aceptara, aunque no fuera sino como hipótesis, los datos del ocultismo, el mundo cambiaría. El materialismo ha sumergido al hombre en tales tinieblas, que es necesaria una concentración inmensa de las fuerzas para sacar a la humanidad de ella. El hombre cae bajo la influencia de enfermedades del sistema nervioso que son verdaderas epidemias psíquicas.

Lo que en la tierra llamamos «sentimientos» y que se encuentran en el plano astral, vuelven a la tierra bajo forma de realidad, de acontecimiento, de hecho. Del plano astral vienen los trastornos nerviosos que impulsan a los hombres. Es por esta razón que la fraternidad oculta ha decidido mostrarse ostensiblemente y revelar las verdades humanas ocultas. Porque la humanidad atraviesa por una crisis y es necesario ayudarla a reconquistar la salud, el equilibrio. Ahora bien, esa salud, ese equilibrio, no pueden volver más que por la espiritualidad.

El ocultista es un hombre que jamás sueña en imponer dogmas. Es un hombre que cuenta lo que ha visto, lo que ha experimentado en el plano Astral y en el Espiritual, o lo que Maestros dignos de confianza le han revelado. No pretende convertir, sino despertar en los otros el sentido despierto en él y hacerlos capaces de ver también. Se tratará aquí del hombre astral tal como aparece a la clarividencia. El hombre astral encierra todo el mundo de sensaciones, pasiones, emociones e impulsos del alma. Ellos traducen para el sentido interno en formas y en colores. El cuerpo astral en sí mismo es una nube de forma ovoide que baña y rodea el cuerpo. Podemos percibirlo desde dentro.

En el hombre físico es necesario considerar la sustancia y la forma. Esta sustancia se renueva en siete años; la forma permanece. Porque detrás de la sustancia está el espíritu constructor. Este constructor es el cuerpo etérico. Nosotros no lo vemos, no vemos más que su obra, el cuerpo. El ojo físico no ve en el organismo más que aquello que está terminado y no lo que está en estado de llegar a ser o devenir. Lo contrario tiene lugar cuando se posee la visión del cuerpo astral, es decir, de su propio cuerpo astral. Lo sentimos desde dentro por nuestras pasiones y los diversos movimientos de nuestra alma.

La capacidad del vidente consiste en aprender a ver desde fuera lo que en la vida habitual sentimos desde dentro. Entonces, sentimientos, pasiones y pensamientos se traducen en formas vivientes y visibles, lo que constituye el aura alrededor de la envoltura física, la aureola. Lo mismo que el cuerpo etérico construye el cuerpo físico, así las pasiones construyen el cuerpo astral.

Todo lo que vive en el aura allí se expresa. Cada aura humana posee sus tonalidades especiales, sus colores dominantes. Sobre este color fundamental se forman y combinan todos los otros. Por ejemplo, el temperamento melancólico tiene un tinte azul, pero en el aura se vierten desde fuera tantas impresiones diferentes que el observador puede equivocarse fácilmente, sobre todo si observa su propia aura. El clarividente ve su propia aura invertida, es decir, lo interior como exterior y lo exterior como interior, porque él ve desde afuera. ¿Qué ve, entonces?

Todos los fundadores de religiones han sido clarividentes cumplidos y guías espirituales de la humanidad, y sus sentencias morales fueron reglas de vida motivadas por verdades astrales y espirituales. Esto es lo que explica la similitud entre todas las religiones. Por ejemplo, la que existe entre los ocho senderos en el camino del Budha y las ocho beatitudes del Cristo. La misma verdad que está en el fondo es que cada vez que el hombre desarrolla una virtud, desarrolla también una nueva facultad de percepción.

Pero, ¿por qué hay ocho etapas? Porque el clarividente sabe que sus facultades capaces de llegar a ser órganos de percepción son ocho. Los órganos de percepción del cuerpo astral se llaman en ocultismo las flores del loto (ruedas sagradas, chacras); la rueda de diez y seis rayos, o la flor de loto de diez y seis pétalos, se encuentran en la región de la laringe. En tiempos muy antiguos, esta flor de loto giraba en un cierto sentido, según un movimiento inverso al de las agujas de un reloj, de derecha a izquierda.

En el hombre de hoy, la rueda se ha detenido; no gira más. Pero en el clarividente recomienza actualmente a moverse en sentido inverso, es decir, de izquierda a derecha. Ahora bien: ocho pétalos de los diez y seis eran otro tiempo visibles. Los pétalos intermediarios estaban ocultos. En el porvenir aparecerán todos. Porque los ocho primeros son debidos a la acción de la iniciación inconsciente y los ocho nuevos a la iniciación consciente que resulta del esfuerzo personal. Y son, precisamente, esos ocho nuevos pétalos que desarrollan las beatitudes del Cristo.

El hombre posee otra flor de loto, la cual posee doce pétalos. Está situada en la región del corazón. En otro tiempo eran visibles solamente seis pétalos. La adquisición de seis virtudes desarrollará los otros seis pétalos en el porvenir. Estas seis virtudes son: el control sobre el pensamiento, la fuerza de iniciativa, el equilibrio de las facultades, el optimismo que permite ver el lado positivo de todas las cosas, el espíritu libre de prejuicios, en fin, la armonía de la vida del alma.

Entonces los doce pétalos entrarán en movimiento. En ellos se expresa el carácter sagrado del número doce, que volvemos a encontrar en los doce Apóstoles, los doce compañeros de Arturo, y cada vez que se trata de creación, de acción. Y es así porque todas las cosas, en el mundo, se desarrollan a través de doce tonalidades distintas. En el poema de Goethe, titulado: «Los Misterios» (Die Geheimnisse) donde se expresa el ideal de los Rosacruces, encontramos un nuevo ejemplo de ello. Según una explicación de este poema, la Rosa-Cruz representa una confesión religiosa.

Se vuelven a encontrar estas verdades igualmente en los signos y los símbolos; porque los símbolos no son invenciones arbitrarias, sino realidades. Por ejemplo, el símbolo de la Cruz, como el de la Svástica, es la representación del chacra de cuatro pétalos del hombre.

Y la flor de doce pétalos en que entra su expresión es el símbolo de la Rosa-Cruz y de los doce compañeros. El décimo-tercero, entre ellos, el compañero invisible que los une a todos, es la verdad que une a todas las religiones entre sí. Todo comienzo, toda nueva revelación religiosa es un décimo-tercero que da una síntesis nueva de los doce matices de la verdad espiritual. De esta verdad brotan los ritos y las ceremonias de los cultos o religiones. En el fondo de todos los ritos y de todos los cultos establecidos por los clarividentes, está la sabiduría Divina que habla.

Y la flor de doce pétalos en que entra su expresión es el símbolo de la Rosa-Cruz y de los doce compañeros
El mundo astral se expresa mediante ellos en el mundo físico. El rito representa como un reflejo de lo que pasa en los mundos superiores. Este hecho se vuelve a encontrar en el ritual de los francmasones y en las religiones asiáticas. En el nacimiento de una nueva religión, un iniciado da las bases sobre las cuales se edifica el ritual del culto exterior. Con la evolución del rito, cuadro viviente del mundo espiritual, evoluciona hacia las esferas del mundo astral, y el rito se hace belleza. Es especialmente lo que pasó entiempo de la civilización griega. El arte es un acontecimiento astral cuya causa ha sido olvidada.

Precisamente encontramos un ejemplo de ello en los misterios y los dioses griegos. En los misterios el hierofante trabaja de nuevo el desarrollo humano en sus tres fases: el hombre-animal; el hombre-humano y el hombre-Dios (el verdadero superhombre y no el falso superhombre de Nietzsche). En esos tres él suministraba a los iniciados una imagen viviente proyectada en la luz astral. Simultáneamente esos tres tipos suprasensibles se expresaron en la poesía y la escultura por estos tres símbolos:

1º El tipo bestial – el Sátiro;

2º el tipo humano – Hermes o Mercurio;

3º el tipo divino -Zeus, Júpiter.

Cada uno de ellos con todo lo que los rodea representa un ciclo de humanidad. Así es como los discípulos de los misterios transportaron al arte lo que habían visto en la luz astral. El apogeo de la vida terrestre para el hombre se encuentra actualmente alrededor de los treinta y cinco años; por qué?; ¿por qué Dante comienza su viaje a los treinta y cinco años de edad, punto medio de la vida humana? Porque en ese momento el hombre, cuya actividad había estado concentrada en la elaboración del cuerpo físico, se remonta hacia las regiones espirituales y puede aplicar su actividad a conseguir la clarividencia. Así, Dante, llegó a ser vidente a los treinta y cinco años de edad. Cuando las fuerzas físicas cesan de acaparar el influjo espiritual, estas fuerzas liberadas del cuerpo pueden transformarse en clarividencia.

Tocamos aquí un misterio profundo: la ley de la transformación de los órganos. Todo en el hombre evoluciona por una transformación de los órganos. Lo que hay de más elevado en él, es el resultado de lo que era lo más bajo y que se ha transfigurado. Así es que los órganos sexuales deben transformarse. Con la separación de los sexos, el cuerpo astral se ha dividido produciendo una parte inferior, el organismo sexual físico, y una parte superior que engendra el pensamiento, la imaginación, la palabra. El órgano sexual, «la fuerza productiva», y órgano de la voz, la palabra «creadora», en otro tiempo formaban un todo.

Se comprende así el vínculo que une esos dos polos aparecidos allí donde no había más que un órgano. El polo negativo, animal, y el polo positivo, divino, estaban antaño reunidos y se han separado. El tercer Logos es el poder creador de la palabra, «así lo expresa el comienzo del Evangelio de San Juan, del cual es el reflejo la palabra humana. En los viejos mitos y leyendas, este hecho ha encontrado una expresión profunda bajo los rasgos de Vulcano, el cojo. Su misión consistía en conservar el fuego sagrado. El cojea, porque en la iniciación el hombre debe perder algo de su fuerza física inferior; lo bajo del cuerpo viene de un pasado que desapareció. La naturaleza humana inferior debe caer para elevarse en seguida a un grado más alto. En el curso de su evolución, el hombre también se ha dividido en inferior y superior. Sobre ciertos cuadros de la Edad Media se ve al hombre partido en dos por una línea, la parte superior izquierda y la cabeza están encima del trazo, la parte superior derecha y lo bajo del cuerpo, debajo del trazo. Esta línea es indicación dada sobre el pasado y el futuro del cuerpo humano.

La flor de loto de dos pétalos se encuentra bajo la frente, en la raíz misma de la nariz; es un órgano astral todavía no desarrollado, que se desarrollará un día en dos antenas o alas, se lo ve ya como un símbolo en los cuernos que figura en la cabeza de Moisés. Visto de alto a bajo, cabeza y órganos sexuales, el hombre es sintético o idéntico. Es el producto del pasado. De izquierda a derecha es simétrico, es el presente y el futuro; pero esas dos partes simétricas no tienen el mismo valor.

¿Por qué somos habitualmente diestros usamos la mano derecha?

La mano derecha, que de las dos trabaja más activamente, está destinada a atrofiarse más tarde. La mano izquierda es el órgano que sobrevivirá cuando las dos alas de la frente se desarrollen. El cerebro del pecho será el corazón, que será el órgano del conocimiento. Habrá tres órganos de locomoción.

Antes que el hombre se enderezara hubo un tiempo en que marchaba a cuatro patas. Tales el origen del enigma que ponía la Esfinge. Preguntaba: ¿Cuál es el ser que en su infancia marchaba en cuatro patas, en el medio de su vida marcha en dos y en su vejez marcha en tres? Edipo le respondió que es el hombre, que, en efecto, niño marcha en cuatro patas y viejo se apoya en un bastón. En realidad, enigma y respuesta se relacionan con la evolución entera de la humanidad, pasado, presente y futuro, tal como la conocían los antiguos misterios. Cuadrúpedo en una época anterior a la evolución, el hombre se tiene hoy sobre dos pies, en el porvenir él volará y se servirá en efecto de tres auxiliares: las dos alas que serán el desarrollo de «la flor de loto», de dos rayos, llegarán a ser el órgano de su voluntad motriz y, además, el aparato metamorfoseado del lado izquierdo del pecho y de la mano izquierda. Tales serán los órganos de locomoción futura. El lado derecho y la mano derecha, así como el órgano de la reproducción actuales se atrofiarán; y el hombre, como hemos visto más arriba, se reproducirá por la fuerza del VERBO; su palabra moldeará en el éter cuerpos semejantes a él mismo.