terça-feira, 9 de maio de 2023

El Uno en la Materia

En el siglo III d.C., la religión pagana de Roma, que incluía un complejo conjunto de prácticas espirituales tradicionales y regionales, extranjeras e innovadoras, se encontró tambaleante ante los Misterios presentados por el Cristianismo. Cuando las prácticas espirituales paganas empezaron a perder fuerza y los templos dedicados a los dioses comenzaron a vaciarse, surgió un movimiento filosófico que comenzó a organizarse para ofrecer la salvación del Alma, pero completamente al margen del espíritu religioso cultivado por el Cristianismo. Este movimiento filosófico fue el Neoplatonismo.

Como vimos anteriormente, el Neoplatonismo fue un movimiento dirigido por muchos filósofos que no estaban de acuerdo en todos los puntos. Y ésta fue la razón por la que triunfó el cristianismo, pues donde el neoplatonismo ofrecía una diversidad de ideas, conceptos y prácticas místicas y mágicas, el cristianismo era más simple en la teoría y en el ejercicio. Cualquier teólogo dirá que la fe, la doctrina y la filosofía del cristianismo no son fáciles ni sencillas. Pero si bien esto es correcto, toda su complejidad se desarrolló en los enfrentamientos filosóficos trazados entre los filósofos y sacerdotes neoplatónicos y los primeros teólogos del cristianismo. Clemente de Alejandría (150-215 d.C.) fue uno de los primeros teólogos que utilizó los argumentos de la Filosofía contra los neoplatónicos.

Debido al gran número de filósofos que componían el neoplatonismo, muchas fueron las cuestiones de relevancia que se plantearon. Y aunque el Cristianismo buscó respuestas sencillas a estas cuestiones que no servían a los filósofos, sí servían a una gran masa que no estaba interesada en cuestiones como éstas. Entre las preguntas más importantes destaca una: ¿qué existe?

El proceso por el cual existe la materia fue un tema ampliamente debatido por los neoplatónicos de la antigüedad. El estudio de esta materia tiene varias capas. Trabajaremos en la capa más superficial en estas primeras Lecciones por razones prácticas, para hacer de la teurgia un ejercicio más práctico.

Trata de imaginar la materia sin ningún tipo de cualidad, un objeto libre de adjetivos que puedan describirla, libre de sustantivos que la clasifiquen. Al final llegarás a un concepto que los filósofos llamaban hylé, una palabra griega para designar la materia, el bosque o la madera, la madera o la viga, la estructura. Imagina arcilla. Considera que esta arcilla no tiene cualidades. Si le imponemos alguna cualidad, se convertirá en algo. Si le damos forma y color puede convertirse en un cuchillo, una taza, una grapadora. Si le añadimos propiedades químicas, puede convertirse en nitrógeno, vapor de agua o xenón. Y con la ciencia que tenemos hoy, podemos descomponerla en electrones, protones, etcétera. En cualquier caso, para transformar esta materia en algo, necesitamos imponerle ideas, características, cualidades.

Ahora bien, para que esta creación de materia funcione, necesitamos transformar las ideas que no tienen forma ni existencia temporal y espacial en materia condensada en el tiempo y el espacio. En primer lugar, hay que darle un comienzo, porque todo lo que existe se sitúa en el tiempo, es decir, debe existir en el tiempo. En segundo lugar, debemos darle una ubicación, pues todo lo que existe está en algún lugar. Por tanto, entre el Mundo de las Ideas y el Mundo de la Materia existen dos cosas: el tiempo y el espacio.

Es lógico que podamos constituir una cadena que nos defina lo que precede a la materia, rastreando su procedencia, pero antes debemos definir lo que precede. Si el tiempo es algo que existe antes que la materia, entonces algunas cosas también existirán antes que el tiempo, de este modo, el antes que queremos sondear no puede ser antes dentro del tiempo. En su lugar, piensa en el antes como una estructura ordenada: toda estructura se construye a la vez, pero las vigas son anteriores a las paredes y las paredes son anteriores al tejado. Si quitamos el tejado, las paredes no se derrumban, pero si quitamos las paredes, el tejado se derrumba. Así que podemos decir que una cosa es anterior a la otra o, en términos de la cosmología neoplatónica, una emanación depende -o es dependiente- de la otra, conectadas en cadena.

Una vez que tenemos tiempo y espacio, podemos empezar a hablar de cualidades. Por ejemplo, algo puede ser de color rojo, brillante, grande o dulce. Podemos añadir cantidad: tres, cuatro, cinco, seis, etc. No veremos, de este modo, número o cualidad separados de la materia. Es decir, no podremos ver algo rojo sin que sea rojo, aunque sólo sea un rayo de luz. Nunca veremos tres sin que algo no sea tres. Pero podemos abstraer la idea del color rojo y del número tres de algún objeto, lo que significa que la idea es anterior al objeto. Así pues, la idea existe antes que la materia, que sólo la refleja.

Así pues, el tiempo y el espacio, la calidad y la cantidad -las ideas sobre las cosas- existen antes que la materia, y la materia depende de las ideas. Si eliminamos el tiempo, el espacio, la calidad y la cantidad, nos daremos cuenta de que la materia no puede existir tal y como la experimentamos. El tiempo, el espacio, la cualidad y la cantidad son ideas y, como tales, en nuestra experiencia sólo existen en la conciencia. Sin embargo, nuestra experiencia de la conciencia es material, es decir, es algo que experimentamos dentro del tiempo, por lo que debe existir algún tipo de conciencia fuera del tiempo y anterior a él, donde existan ideas fuera del tiempo. Esta otra conciencia es llamada por los neoplatónicos el Nous y la parte de ella donde existen las ideas de tiempo, espacio, cualidad y cantidad es llamada la Psique[2].

Numerosos neoplatónicos han llegado a conclusiones cosmológicas distintas. En el curso de nuestras lecciones, especialmente en las Lecciones 6, 7, 8 y 9, nos detendremos en la cosmología y en la interpretación del Alma según Jâmblico. Pero el objetivo de la Lección 2 que ahora estudiamos es tratar de simplificar al máximo la interpretación cosmológica de Jâmblico para facilitar la comprensión y posterior realización de los ejercicios espirituales y la práctica de los rituales. Comencemos así:

Existe una idea en el nous, podemos decir, E = mc2. Esta idea existe aparte de la mente humana, que puede captarla o no. Sin embargo, la mente humana puede captarla, pero aquí es necesario comprender que simplemente no recibimos mensajes y actuamos como monos autómatas. Pensamos y pensamos pensamientos atemporales. Reconocemos la verdad intemporal de estos pensamientos, aunque no somos intemporales. ¿Cómo explicar esta paradoja?

El hermetismo, movimiento esotérico nacido de la confluencia de las culturas griega y egipcia, intenta explicar esta paradoja con argumentos oscuros para la mayoría de la gente: como arriba es abajo y como abajo es arriba. Nuestra mente, nuestra conciencia, refleja la realidad del cosmos. Así que podemos modificar el diagrama anterior por:

Nuestra psique es el Alma, que recibe -o se alimenta de- las percepciones que provienen del cuerpo (hylé) y las percepciones que provienen de la mente (nous). De este modo, el Alma humana se alimenta de las percepciones sensoriales de la hylé y de los fantasmas del nous, unos producidos por la memoria y otros por el propio nous. Estos fantasmas son imágenes que se precipitan en la pantalla de la mente, impresiones sensoriales no recibidas por los sentidos. Si le pido que visualice un gato en su mente o que imagine el olor de una rosa o el sonido de una ola rompiendo en los acantilados de una playa, producirá fantasmas sensoriales. De hecho, construimos estos fantasmas cuando vemos, olemos, tocamos, saboreamos o sentimos algo. No percibimos la materia tal cual es, sino los fantasmas que construimos en nuestra mente sobre las experiencias sensoriales. Por eso los recuerdos que afloran a la superficie pueden removernos tanto: son fantasmas que creamos a partir de experiencias sensoriales. En el transcurso de nuestros estudios, aprenderás que estos fantasmas son entidades, daimones con los que debes aprender a tratar.

Los fantasmas también pueden producirse -o proceder directamente- del nous. Nuestro nous es la Mente, no la construcción pensante, sino la mente que puede producir los pensamientos de la eternidad, atemporales. Veamos cómo:

Visualiza un punto (pausa). Ahora mueve este punto en cualquier dirección a cualquier distancia, dibujando una línea (pausa). Ahora mueve esta línea perpendicularmente hacia abajo a 90° (pausa). Repite el proceso para el otro lado con la intención de formar un cuadrado en la pantalla de la mente (pausa). Ahora mueve este cuadrado perpendicularmente fuera de su plano para que se convierta en un cubo (pausa). Ahora mueve este cubo de nuevo 90° perpendicularmente hasta que forme un hipercubo (pausa). Este hipercubo es un objeto que no existe en el mundo y que, con la práctica adecuada, puede ser visualizado fácilmente por la mente. Esta imagen no existe en la materia, sino sólo en el reino del nous como idea, y es posible acceder a ella a través de la mente, construyendo a partir de este proceso un fantasma.


Ejercicio espiritual: Contemplación de la materia


Este ejercicio espiritual es una contemplación de la materia. La intención es que con la práctica puedas llegar a ser consciente de cómo las fuerzas espirituales actúan sobre la materia. Para ello, experimentarás la materia en unidad con ella. Aunque se trata de un ejercicio sencillo, servirá como entrenamiento para otros procedimientos teúrgicos, como colocar el vehículo aéreo de un dios dentro de una estatua.

Paso 1: Siéntese cómodamente en un lugar donde no pueda ser molestado. Para este ejercicio espiritual, elija un objeto para contemplar. Puede ser un objeto sagrado, una piedra o cualquier otra cosa.

Paso 2: Analice todas las cualidades del objeto elegido. Comience describiendo el objeto con adjetivos o sustantivos, como si se lo estuviera describiendo a otra persona. Describa el objeto detalladamente y, si es posible, escriba los detalles en una hoja de papel o en su diario mágico. Con el tiempo ya no será necesario tomar notas, ya que con el entrenamiento su mente será capaz de categorizar todas las cualidades del objeto, incluyendo los fantasmas que invoca: visuales, táctiles, etc.

Paso 3: Ahora deje el objeto a un lado. Lea en sus notas o traiga a su memoria las características del objeto y construya en su mente un fantasma del mismo. Intente visualizar en detalle cada característica del objeto (pausa).

Con el fantasma del objeto claro en la pantalla de tu mente, intenta descaracterizarlo. Elimina su olor. A continuación, elimine su color. Elimine su textura. Continúe descaracterizando el fantasma de sus cualidades incidentales (pausa).

Paso 4: Después de des-caracterizar al fantasma de sus cualidades incidentales, intenta des-caracterizarlo de sus cualidades esenciales. No puede equivocarse. Cuando despojes al fantasma de su color, no lo visualices blanco o de cualquier otro color. Visualízalo sin color, porque el color como cualidad ya no lo caracteriza. En otras palabras, no sustituyas un color por otro. Las cualidades deben eliminarse, no sustituirse.

Trata de desvirtuar el fantasma hasta que ya no tenga ninguna cualidad. Esto es muy difícil y el éxito, cuando existe, sólo se produce tras años de entrenamiento, porque lo que queda sin cualidad es pura materia, hyle sin ninguna impresión del nous. Es sólo materia, receptiva y maleable.

Al practicar este ejercicio espiritual, sentirás a cada golpe que la experiencia deja siempre en el aire esa sensación de que algo permanece bajo cualquier -y total- mala caracterización. Algo tenue, meramente existente, que está ahí, no se sabe dónde ni cómo. Pero observa que todo eso que llamamos existente, son fantasmas que creamos en nuestra mente a expensas de las experiencias con los sentidos y los órganos de los sentidos. Cuando pasas cerca de una piedra y la pateas, hay una sensación y se produce una experiencia a partir de ello. Sin embargo, eso no significa, por ejemplo, que la piedra sea pesada, porque esa concepción es un fantasma de la mente.


Ejercicio espiritual: Contemplar el Uno


Este ejercicio espiritual complementa el anterior, en el que buscamos contemplar la naturaleza de la materia a través de nuestra imaginación y visualización, descubriendo así que, aparte de nuestros sentidos y de las caracterizaciones que su experiencia construye en la mente, la materia es una niebla de posibilidades. En el presente ejercicio trataremos de contemplar el Uno. Aunque simple en su estructura, no es un ejercicio fácil y debe ser practicado regularmente, años y años, y su perfeccionamiento un requisito exigido para la práctica de la teurgia, cuya meta es la henosis.

Nos es posible experimentar el Uno o la Materia porque existimos en cada uno de los niveles de la existencia: somos cuerpo, mente y Alma y como tales pertenecemos al Uno. Aprende esta lección esencial de la teurgia: porque el Alma puede alimentarse a medida que penetra en los diversos niveles de existencia, desde los reinos inferiores hasta las esferas superiores, se enriquece con los códigos de luz de todo el cosmos. Por eso se dice, y lo veremos profundamente en otras lecciones, que el teúrgo sólo participa en la teurgia que ya emprenden los dioses. No inicia ni finaliza un ritual teúrgico. Lo que hace es participar en la teurgia de los dioses a través de los rituales que realiza. Ese es el verdadero significado de participar en la demiurgia del cosmos, un continuo eterno fuera del tiempo y del espacio. A este continuum se accede a través de la henosis en los rituales de la teurgia. De este modo, la práctica de la teurgia alimenta el Alma con los códigos de luz del Uno mientras buscamos elevarla hacia Él.

Antes de comenzar tu ejercicio, reflexiona y contempla (lectio divina) el siguiente pasaje del Corpus Hermeticum:

Hazte crecer hasta corresponder a la grandeza sin medida, por un salto que te libere de todo cuerpo; elévate por encima de todo tiempo, conviértete en el Aíòn: entonces comprenderás a Dios. Sabiendo que no es imposible para ti, considéralo inmortal y capaz de comprenderlo todo, todo arte, toda ciencia, el carácter de todo ser viviente. Sube por encima de toda altura, desciende más que toda profundidad, recoge en ti las sensaciones de todo lo creado, del fuego y del agua, de lo seco y de lo húmedo, imaginando que estás al mismo tiempo en la tierra, en el mar, en el cielo y que aún no has nacido y que estás en el vientre de tu madre, que eres un adolescente, un anciano, que estás muerto y que estás más allá de la muerte. Si alcanzas con el pensamiento estas cosas al mismo tiempo: tiempo, lugar, sustancia, cualidad, cantidad, podrás comprender a Dios.


Paso 1: Para realizar este ejercicio, siéntate cómodamente. Puedes realizarlo al aire libre o dentro de tu cámara de iniciación. Con el tiempo y cuando estés familiarizado con el ejercicio, podrás realizarlo incluso cuando estés haciendo otras tareas.

Paso 2: Respire profundamente varias veces. Si está sentado, intente mantener la espalda erguida y el cuerpo quieto, pero de forma relajada, sin provocar tensión en el cuerpo.

Realice respiraciones cuadradas: inhale y cuente hasta cuatro; aguante la respiración con los pulmones llenos y cuente hasta cuatro; exhale y cuente hasta cuatro; aguante la respiración con los pulmones vacíos y cuente hasta cuatro. Haz tantos ciclos como sean necesarios hasta que sientas que tu cuerpo y tu mente están completamente relajados.

La intención de este paso 2 no es sólo relajar el cuerpo y la mente, sino inducir a la mente a la calma y la serenidad ante las dificultades. Para algunas personas, simplemente sentarse quietas y practicar este ejercicio de respiración es muy difícil. Debes intentar superar la tensión con relajación y la ansiedad con paciencia.

Paso 3: Cierre los ojos. Proyecte su conciencia fuera de sí mismo y vea su cuerpo sentado en la silla, como si estuviera viendo una película, como un espectador.

Paso 4: Con cada exhalación, intente distanciarse. Exhale y aléjese de su cuerpo en la silla. Exhale y aléjese del lugar donde está haciendo este ejercicio. Exhala y aléjate de tu ciudad. Exhala y aléjate de tu estado. Exhala y aléjate de Brasil. Exhala y aléjate del Planeta Tierra. Exhala y aléjate de tu galaxia. Exhala y aléjate de todo el Universo.

Continúe este ejercicio con calma. Tómese su tiempo para distanciarse. Concéntrese en la distancia, manteniendo la concentración y la visualización constantes. Tenga paciencia.

En este camino, sigue visualizando todo el Universo y detente a observarlo a distancia durante unos minutos. Ves galaxias enteras, cientos de soles y planetas, estrellas y lunas, personas, animales, lugares. Desde donde estás puedes contemplar todo el Universo.

Paso 5: Manteniendo todo el Universo en tu perspectiva, disuelve todos sus límites. Haz que tu estructura se derrumbe y ya no haya diferencias entre personas y estrellas, galaxias y planetas (pausa).

Luego disuelve incluso las fronteras que separan el Universo de otros Universos.

Si eres capaz de producir esta experiencia, que puede llevar algún tiempo de entrenamiento y dedicación, tendrás destellos del Uno.

Paso 6: En la teurgia, el viaje de vuelta es muy importante. Con esto en mente, después de pasar por la experiencia de contemplar al Uno, comience un viaje de regreso a su cuerpo físico. Con cada inhalación busca regresar desde los bordes del Universo a la materia de tu cuerpo físico. Inspira y te acercarás a la Galaxia. Inspira y acércate al Planeta Tierra. Inspira y acércate a Brasil. Inspira y acércate a tu estado. Inspira y acércate a tu ciudad. Inhala y acércate al lugar donde estás ejecutando el ejercicio. Inhala y vuelve a tu cuerpo físico.


Abra los ojos.

De nuevo, no se precipite en este último paso. Mantenga la visualización y cultive la paciencia.

Estos dos ejercicios también pueden realizarse en un contexto ritual, entre un procedimiento Teúrgico y otro.