terça-feira, 9 de maio de 2023

Los Ritos de la Teurgia


Los ritos de la teurgia reflejan el orden del cosmos y como tales desempeñan un papel en la cosmogénesis, sin embargo, como son las Almas encarnadas las que realizan estos rituales, sus características individuales influyen significativamente en la intensidad o potencial teúrgico del ritual. Como hay una miríada de Almas encarnadas distintas en características, es difícil saber cómo ellas, a través de los rituales de la teurgia, reflejarán la cosmogonía, a menos que comprendamos cómo Gamblico concibió la diferencia entre las características de las Almas. Así, clasifica el Alma humana en tres categorías, distinguiendo sus propósitos al encarnar en la materia.

Según Gamblico, la finalidad del descenso del Alma en la materia es revelada por su encarnación y esto determina el tipo de teurgia que le es más apropiado. Siguiendo los principios de continuidad, afiliación y la regla de que un Alma sólo puede unirse o agregarse a otras Almas por las afinidades que tienen en común, cada Alma tiene un tipo de ritual teúrgico que le es específico y más apropiado. Gamblico explica todo el proceso de descenso del Alma a la materia en su De Anima, en el que debemos detenernos.

Sobre este tema, Jâmblico comienza su discurso repasando las ideas de un filósofo platonista anterior, Lucius Calvenus Taurus, nacido alrededor del año 105 d.C. Taurus dice que el Demiurgo envía las Almas a la tierra para completar el cosmos y, más concretamente, para revelar la vida de los dioses en la vida sin defectos de las Almas. Esta visión es coherente con las explicaciones de Jâmblico sobre el descenso de las Almas. Puesto que las Almas encarnadas son la parte inferior de los tipos superiores, son los mediadores últimos entre la inmortalidad y la mortalidad en el mundo. El propósito común del descenso de cada Alma es cosmogónico y revelador, pero como las Almas han sido sembradas en las filas de dioses diferentes, la naturaleza de su manifestación encarnada es diferente. Por otra parte, la encarnación del Alma en la materia es anatrópica, esto significa que cada Alma sufre un tipo de alienación, perdiendo su continuidad con los dioses. De esta forma, el Alma pierde su filiación divina, por así decirlo, en su viaje hacia la materia. En este camino, necesita una corrección, un ajuste capaz de hacerle recuperar su ancestral progenie divina y su continuidad con los dioses. Por eso Jâmblico explica el descenso del Alma en la materia como voluntario, pero también involuntario: Según otra división, algunos modos de descenso se conciben como voluntarios, ya sea cuando el Alma decide gobernar las cosas materiales, ya sea cuando es persuadida a hacerlo por Tipos Superiores. Pero otros descensos son involuntarios, cuando el Alma es absorbida a la fuerza en la materia. Las causas de estos diferentes tipos de descenso son los distintos propósitos de la encarnación.

En la medida en que hay numerosos propósitos por los que el alma desciende, esto crea diferencias en la manera de descender. Pues si las almas descienden para salvarse, purificarse y perfeccionarse de las cosas de este mundo, entonces descienden simplemente. Pero si las almas descienden al cuerpo para ejercitarse y corregir sus hábitos, el descenso no es enteramente libre de pasiones, ni están en sí mismas completamente liberadas. Y si las almas descienden como si hubieran sido succionadas por el castigo y el juicio, entonces el descenso es forzado.

Contrariamente a la opinión de Porfirio, Jámblico no cree que la apoteosis del Alma resulte de su huida del cosmos. El Alma perfecta y purificada continúa descendiendo, no para ser castigada o para corregir desequilibrios físicos, sino para el beneficio de otras Almas encarnadas en la materia, revelando así su perfección y la perfección de los dioses. Un Alma purificada, sin embargo, en su descenso no pierde su conexión con los seres divinos (ta ekei). Olimpiodoro el Joven (495-570), uno de los últimos paganos en enseñar filosofía en la escuela alejandrina, sigue la misma línea de razonamiento que Gámblico: en efecto, Platón no permite que las almas de los teúrgos permanezcan siempre en el mundo inteligible, sino que incluso descienden al mundo de la generación, a propósito de lo que dice el oráculo: "las órdenes angélicas".

Dillon sugiere que el epíteto theios conferido por los neoplatónicos a Platón y Pitágoras, y luego también al propio Jámblico, se explica en parte por esta doctrina de la reencarnación: la creencia de que los seres angélicos toman un cuerpo humano para salvar a la humanidad. Esta alma, según los neoplatónicos, se llama theios.

Antes de analizar el impacto de esta doctrina en la visión de Gamblico sobre la formulación ritual, debemos detenernos en el aparente conflicto existente en la tradición platónica sobre la encarnación. Si un Alma divina y purificada no pierde el contacto con los dioses, como sugiere Gamblico, se ahorraría el trauma, en el momento de su nacimiento en la materia, de la anatropē, experiencia descrita en el Timeo. Pero este no es el punto que Gamblico desea enfatizar. Citando a un forastero en Las Leyes de Platón: Lo que yo sé es que ningún ser vivo nace jamás en posesión de esa inteligencia [nous] o de la cantidad de inteligencia que debería tener en su edad adulta. El contexto de la discusión, por tanto, es sobre los años de infancia de un Alma purificada, ajustándose a un cuerpo físico en la materia. Esto llevó a Jámblico a exponer la doctrina de la animación progresiva que trata en su De Anima.

Si anatropē es la experiencia de cada Alma encarnada, entonces los rituales de la teurgia sirven incluso a las Almas purificadas. Aun así, debido a su elevado propósito durante el descenso, cuando el Alma purificada entra en la condición humana, nace en una familia que está preparada para enseñarle la adecuada pedagogía de los dioses. Encarnada, el Alma permanece anatrópica -identificada únicamente con el Ego-, pero en el caso de un Alma purificada, la inversión en el proceso de descenso nunca se desvía, es decir, su condición anatrópica no se convierte en habitual, haciendo que busque activamente el enantios: opuesto a sí misma y al Todo. De lo contrario, su anatropismo actuaría como un pivote a través del cual el Alma podría manifestar el principio cosmogónico de la philia, uniéndose a sí misma con el Todo. Y por mucho que Gamblico se haya detenido en resolver esta importante cuestión, es concluyente que incluso el Alma purificada, como conciencia individual, es deficiente por el mero hecho de encontrarse en la condición humana. Dice: Incluso el alma perfecta es imperfecta cuando se la compara con la acción divina. Por razones soteriológicas el Alma purificada se encarna en la materia para experimentar su condición anatrópica y mediar entre los reinos humano y angélico. Como los dioses liberados que viven entre los dioses encósmicos e hipercósmicos, el teúrgo vive entre lo humano y lo divino.

La apoteosis teúrgica no es una huida de los dioses. En cuanto encarnada en la materia, la experiencia del Alma es anatrópica, permaneciendo inmersa en el cosmos natural y en la sociedad. Pero en la medida en que el Alma encarnada en la materia se alimenta y enriquece de los códigos de luz de los dioses, sostiene una conexión directa con ellos, invirtiendo su anatropismo. Gamblico dice que los dioses están en todas partes, pero sólo pueden ser recibidos en vehículos apropiados a su manifestación de luz, que hayan sido preparados mediante un profundo proceso de purificación.

No dejemos de decir esto también, que a menudo tenemos ocasión de realizar rituales por auténtica necesidad corporal a los dioses que rigen el cuerpo y a sus buenos Daimones.

La reverencia que los teúrgos tienen por los dioses que gobiernan la naturaleza física es una expresión de su confianza en la philia, que se trata de una fuerza que se extiende desde la unidad de los dioses hasta la pluralidad de formas en la materia. Sin embargo, para que el Alma experimente la philia, debe conocer la estructura del cosmos en el que está inmersa, sólo entonces podrá honrar y venerar a sus dioses tutelares y a la miríada de daimones que gobiernan. Esto significa que para elaborar un ritual adecuado al Alma, el teúrgo debe saber leer la naturaleza de su energeia, pues ésta revela el modo en que el Alma descendió al mundo sensible y, en consecuencia, el propósito (thelos) por el que encarnó en la materia.

El propósito por el cual el Alma encarna en la materia se revela por la estructura del cuerpo y su comportamiento en la vida: la energética manifiesta del Alma. Distinguiendo entre los tres tipos diferentes de Alma o sus tres grados de manifestación, Jamblico dice:


Según otra división, el gran rebaño de la humanidad está sujeto a la naturaleza y es gobernado por los poderes naturales, mirando hacia abajo e inmerso en la naturaleza. Este rebaño] cumple la administración de su destino, aceptando para sí el orden de los acontecimientos que conducen al cumplimiento de este destino. Este [el rebaño] hace uso del razonamiento práctico todo el tiempo, pero sólo sobre las cosas de la naturaleza. Pero hay un pequeño número [de personas] que hacen uso de los poderes de la mente para superar la naturaleza, se liberan de la naturaleza y son llevados al Nous separado y no mezclado, y de inmediato se vuelven superiores a los poderes de la naturaleza. Y aún hay otros entre éstos, asignados entre la naturaleza y el Nous puro. Algunos de ellos siguen ambos [es decir, el Nous separado y la naturaleza] persiguiendo una vida que es una mezcla de los dos, y aún hay quienes se liberan de la naturaleza inferior y caminan hacia cosas mejores.


Así, Jámblico distingue entre tres tipos de Alma:


Al gran rebaño que sigue la naturaleza y el destino.

A los que se han elevado al nous divino y están por encima de la naturaleza y el destino.

A los que están entre la naturaleza y el nous divino.

Para cada tipo de Alma hay un tipo distintivo de culto. Gamblico continúa:


Por lo tanto, ya que estas distinciones han sido hechas, lo que sigue debe ser obvio. Las Almas gobernadas por la naturaleza del universo, llevando la vida de acuerdo con su naturaleza personal y usando los poderes de la naturaleza, deben realizar el culto de una manera adaptada a su naturaleza y de las cosas corpóreas movidas por la naturaleza. En su culto deben incluir los lugares [sagrados], las estaciones, la materia y los poderes de la materia, los cuerpos, sus características y cualidades, los movimientos y todo lo que sigue a estos movimientos, el cambio de las cosas [en el mundo] desde la generación, y con otras cosas asociadas con éstas en sus actos de reverencia a los Dioses, especialmente cuando realizan sacrificios [a los Dioses].

Otras almas, que viven sólo según el Nous y la vida del Nous, liberadas de las ataduras de la naturaleza, deben ocuparse en todas las partes de la teurgia con las leyes intelectuales e incorpóreas del arte hierático.

Otras almas, las que se encuentran entre éstas [las anteriores], deben trabajar distintas partes de la santidad según las diferencias de su posición intermedia, ya sea participando en ambas formas de culto ritual, ya sea practicándolas por separado, ya sea aceptando ambas como fundamento de cosas más honorables -pues sin ellas no puede alcanzarse lo trascendente.

Esta clasificación de Jâmblico concuerda con la clasificación tántrica de los tres tipos de buscadores tántricos (sādaka tāntrika).

Las Almas que siguen la naturaleza y el destino están ligadas, apegadas o atadas a la materia. En la cultura tántrica, este tipo de Almas se denominan paśu, sādakas tāntrikas atados por la cuerda (paśa), con poca o casi ninguna inclinación espiritual profunda, licenciosos y en su mayoría tórpidos e ignorantes (tamas). Salir de esta condición de Alma, es decir, liberarse de la paśa, significa trascender esta ignorancia. Gamblico dice que esta clase de Alma en su trabajo teúrgico debe incluir los lugares [sagrados], las estaciones, la materia y los poderes de la materia, los cuerpos, sus características y cualidades, los movimientos y todo lo que sigue a estos movimientos, el cambio de las cosas [en el mundo] de la generación. Es decir, esta cualidad del Alma debe buscar cultos populares como los grandes centros e instituciones religiosas, participar en ceremonias colectivas, emprender peregrinaciones, realizar cultos a los espíritus de las estaciones. En la cultura tántrica, un paśu participa en los ritos y observancias tradicionales hindúes adaptados a su casta, lo que incluye también peregrinaciones, rituales de culto a los dioses y diosas y disciplinas cotidianas. Los teúrgos neoplatónicos y los teúrgos hindúes también tienen en común una práctica espiritual cotidiana: el sacrificio del fuego. Los teúrgos helénicos neoplatónicos veneran diariamente a la diosa Hestia del fuego ceremonial; los sādakas tāntrikas realizan diariamente el homa, un sacrificio ritual al fuego. Ambas prácticas incluyen libaciones, fumigaciones, etc.

Las Almas que están de acuerdo con el Nous y viven la vida del Nous son aquellas Almas purificadas que han logrado superar los lazos que las atan a la materia y llegar a morar en los planos de luz y perfección donde mora la Inteligencia o Demiurgo. De otra forma, Almas purificadas pueden ser también aquellas que, perfectas en su luz, nunca han descendido al reino de la generación, pero pueden hacerlo para el bien y la evolución de la humanidad, como en la doctrina del bodhisattva budista. Su equivalencia en la cultura tántrica es divya, el divino, puro y realizado sādaka tāntrika (sattva) que ha trascendido completamente los apetitos del Alma animal. Jamblico dice que este tipo de Alma debe ocuparse en todas las partes de la teurgia con las leyes intelectuales e incorpóreas del arte hierático. Este trabajo implica un alto nivel de jñāna-yoga donde se busca el acceso al plano de las ideas noéticas y el Conocimiento de tipo superior (Gnosis) a través de prácticas hieráticas místicas y mágicas. El divya en su sādhana (práctica espiritual) realiza inmersiones profundas en los cakras en trabajo meditativo, además de realizar un tipo refinado de homa donde realiza un ejercicio contemplativo.

Las Almas entre el reino de la generación y el divino son aquellas que, ligadas a la materia, tienen inclinaciones espirituales, a veces tan profundas como para liberarse de las cadenas restrictivas de la ignorancia. Aquí se encuentra la mayoría de los buscadores y eruditos, a medio camino entre lo divino y lo profano. En la cultura tántrica son los vīras y tal es su prestigio que reciben diversos títulos como siddha (perfecto) o kaula (centrado). Estos títulos hacen referencia a la peligrosidad de sus prácticas. Son los que verdaderamente caminan sobre el filo de la navaja, montan tigres y doman leones por la melena, impetuosos (rajas). Son virtuosos en sabiduría, prudencia y valor, dueños de sí mismos (sveccacarin). Gamblico dice que este tipo de Almas deben trabajar distintas partes de la santidad según las diferencias de su posición intermedia, bien participando en ambas formas de culto ritual, bien practicándolas por separado. Esto significa que siguen un estilo de vida moralmente sano, realizan la teurgia participando en los centros religiosos, en sus celebraciones y rituales, pero también la realizan especialmente en el ámbito familiar. Cuidan que sus acciones sean virtuosas y éticas de acuerdo con su práctica mística y filosófica. En la cultura tántrica, los vīra también practican las observancias y la liturgia tradicional, pero también se lanzan a prácticas más peligrosas como el ritual pañca-makāra-tattva. Es posible, por tanto, establecer conexiones entre la teurgia neoplatónica de Gamblico y la teurgia hindú de los tāntrikas.

Los objetos sacrificados a los dioses, según Jâmblico, tienen afinidades distintas con ellos. Dice: Cuando adoramos a los dioses que gobiernan el alma y la naturaleza, no está fuera de lugar ofrecerles poderes de la naturaleza, ni es despreciable consagrarles cuerpos que están sobre el gobernante de la naturaleza, pues todas las obras de la naturaleza sirven a los dioses y contribuyen a su gobierno. Para los dioses que presiden los lugares sagrados, las cosas que se encuentran y se producen en estos lugares sirven como sacrificios apropiados[26]. Gamblico dice: Siempre, para un creador su obra es agradable, y para aquellos seres que son la causa principal de la producción de ciertas cosas, son principalmente queridas por ellos. Estas creaciones, dice Gamblico, pueden ser animales (zōa tina), plantas (phuta) u otro material terrenal que contribuye a la demiurgia de los dioses. Estas creaciones unen a las Almas encarnadas con la philia universal. Estas creaciones, en palabras de Jámblico, conservan los poderes de comunicación entre los dioses y los hombres.

Las creaciones materiales son los elementos apropiados en los sacrificios de los ritos teúrgicos de las Almas apegadas a la materia y a la naturaleza. A través de la consagración de estos elementos, las Almas se alinean con la demiurgia de los dioses directamente relacionados con ellas, es decir, los dioses materiales y los dioses cósmicos. Todas las Almas encarnadas inician su disciplina teúrgica de sacrificios a estos dioses con la intención de establecer las bases apropiadas para la comprensión del culto ritual y, según Jamblico, los dioses materiales presiden estas ofrendas.

Según el arte de los sacerdotes es necesario iniciar los ritos sagrados con los dioses materiales. Pues [de lo contrario] no se producirá el ascenso a los dioses inmateriales. Los dioses materiales, por tanto, están en comunicación con la materia y como tales la presiden. Gobiernan los fenómenos naturales: división, colisión, impacto, reacción, cambio, generación y corrupción de todos los cuerpos materiales.

Si alguien desea adorar a estos Dioses teúrgicamente [y esto es], de la manera en que naturalmente existen y han sido distribuidos para gobernar, [el adorador] debe rendirles culto material. Porque de esta manera el teúrgo se familiariza completamente con estos Dioses y en el culto les ofrece lo que les es apropiado. En los sacrificios, por lo tanto, los cuerpos muertos y las cosas desprovistas de vida, la sangre animal, el consumo del sacrificio, sus diversos cambios y destrucción, y en resumen la desfiguración de la materia ofrecida a los Dioses, es apropiada - no a los Dioses - sino con respecto a la materia sobre la cual ellos presiden. Pues aunque los Dioses están preeminentemente separados (chōristoi) de la materia, están presentes en ella en virtud de su poder inmaterial; coexisten con ella.

En otro lugar, Gamblico describe los beneficios de la sangre animal. En el caso de los sacrificios expiatorios para aplacar la ira de los dioses, la ira, dice, no proviene de los dioses, sino de las Almas que se apartan de su cuidado benéfico. El propósito del sacrificio ritual es redirigir la atención del Alma de vuelta a los dioses y al orden superior. La expiación no afecta a los dioses, sino al Alma, convirtiéndola al orden divino. Gamblico dice: Si uno cree que abandonar el cuidado guardián [de los dioses] conduce a algún tipo de castigo automático, la apelación a los Seres Superiores a través del sacrificio sirve para recordarle de nuevo su cuidado benéfico, elimina la privación [de su presencia], y es completamente pura e inquebrantable. El sacrificio del animal y la quema de su cuerpo en la pira de fuego de la deidad representa cómo el Alma impura se purifica en la apoteosis divina de los dioses. Gamblico reprende a Porfirio por ignorar el simbolismo teúrgico de la dimensión espiritual del fuego:

Esta indagación revela [su] ignorancia respecto a las ofrendas sacrificiales por medio del fuego, pues es el gran poder del fuego el que destruye, consume y asimila la materia en sí misma, sin que ésta sea asimilada por la materia, elevando la ofrenda al fuego divino, trascendente, celeste e inmaterial, en lugar de arrojarla de nuevo al [reino de la] generación".

El poder del fuego para destruir y asimilar la materia es una anticipación ritual de la asimilación del Alma por los dioses. Gamblico afirma:

Pues los Seres Superiores, aquellos a quienes les es querido el destrozo de la materia, son impulsivos y nos hacen impasibles. Todo lo que existe en nosotros se hace semejante a los Dioses del mismo modo que el fuego asimila toda sustancia sólida y resistente a un cuerpo luminoso diluido. Y mediante el sacrificio y el fuego sacrificial somos llevados al Fuego de los Dioses de la manera [como vemos] en el ascenso del fuego al Fuego invocado y en la elaboración de las cosas gravitantes y resistentes a la naturaleza divina y celeste.

En efecto, el drama del sacrificio de sangre se trata de un rito mnemotécnico para recordar al Alma su origen prístino. Imaginemos cómo el sonido, el olor y el color del sacrificio de un animal, que implica la inmolación (corte) y la quema de su carne en la pira de fuego, mantiene la atención del teúrgo. Para Jâmblico se trata de una absorción ritual fundamental necesaria para despertar el sunthēma divino del Alma: el fuego del sacrificio imita el Fuego Divino, que libera al Alma de las ataduras que la atan en la materia, y es asimilada por los dioses, haciendo que el teúrgo participe de su philia.

La ofrenda y su combustión en el fuego tienen que ver con el sacrificio mismo del Alma, pues si el teúrgo ha de lograr crear una simpatía o familiaridad (oikeōsis) con los dioses a cuyos sacrificios se dedica, debe convertirse en la ofrenda y el sacrificio. Su comunión con los dioses depende de su connaturalidad (sungeneia) con los elementos que componen la ofrenda y el sacrificio. Este tipo de teurgia material ritual debe realizarse para el consumo de la vida y la sangre, la pena de dolor y sufrimiento en la materia, por el gran rebaño, es decir, las Almas encarnadas para el castigo (dikē) y el juicio (krisis). Este castigo ritual afecta directamente a la condición anatómica del Alma. Las Almas que encarnan en la materia para corregir y ejercitar sus hábitos y acciones, al participar en este sacrificio ritual a los dioses aceleran su despertar y desarrollo espiritual. [Gamblico dice: La ley de los sacrificios para este uso, por lo tanto, será necesariamente formada por el cuerpo, algunos sacrificios cortarán lo que es superfluo en nuestras almas, otros nos llenarán en la medida de nuestras deficiencias, y otros nos llevarán a un orden y simetría de lo que en nosotros es ofensivamente desordenado. Otras operaciones sagradas llenan las necesidades humanas como la salud y el bienestar del cuerpo y se ofrecen a los dioses materiales que presiden estos sacrificios.

Puesto que las almas ofrecen a los dioses aquello que les es connatural, Jamblico enseña que existe una forma de culto completamente inmaterial dedicada a los dioses inmateriales: Siempre que asumimos el honor de aquellos dioses que son uniformes en sí mismos, conviene celebrarlos con honores liberados. Los dones intelectuales y las cosas de la vida incorpórea son apropiados para estos seres. Tanta virtud y sabiduría como el alma ha ofrecido, toda la perfección y toda la bondad que existe en el alma. Los teúrgos que practican este tipo de rito están completamente purificados y esto es bastante raro. Gamblicus dice que participar en los dioses de esta manera es lo más raro que se hace. Desgraciadamente hay muy pocos relatos de teurgia practicada por este tipo de Almas en los escritos de Gamblicus. Él creía que la discusión abierta de este tipo de ritual teúrgico no era adecuada para principiantes e incluso para practicantes ya con cierta experiencia. Lo más probable es que este tipo de ritual sea adecuado para las Almas purificadas que se encarnan en la materia en aras de la evolución de la humanidad. Puesto que estas Almas ya están en perfecta armonía con los dioses que gobiernan el cosmos material, no tienen necesidad de realizar el culto material. Aún así, debido a la debilidad del Alma humana, la perfección noética de un Alma purificada no se manifiesta inmediatamente y los cultos materiales serán necesarios en este período de maduración. Tales prácticas sientan las bases adecuadas (hupótesis) para la adoración inmaterial de los dioses hipercósmicos.

A los Dioses Intermedios (Hipercósmicos) que son a la vez Hipercósmicos y Encósmicos, les corresponden dos tipos de adoración. Gamblico dice: En verdad, para los Dioses Intermedios, que son los líderes de las bendiciones intermedias, a veces se adaptan dos tipos de ofrendas, a veces un don común a ambos, o dones purgados de sus elementos inferiores y conectados con sus elementos superiores, o generalmente, un culto que ofrece un término medio entre ambos.

Gamblico determina una antropología tripartita para tres propósitos distintos (telē) de las Almas Encarnadas:


Salvar, purificar y proteger el cosmos.

Corregir y ejercitar el carácter.

Castigar y juzgar.


Esta división está en sintonía con la teología tripartita de Gámblico que distingue a los dioses en:


Hipercósmicos.

Hipercósmicos.

Encósmicos.


Para cada clase de dioses hay un tipo apropiado de teurgia, que implica a los elementos gobernados por ellos. Los dioses Encósmicos rigen el orden material y se les ofrecen sacrificios materiales. Los dioses hipercósmicos reciben ofrendas noéticas y los dioses hipercósmicos reciben sacrificios tanto noéticos como materiales. Esta división de los dioses según su procesión cosmogónica, por lo tanto, delinea cultos distintos, así como los tres tipos de Almas humanas realizan formas distintas de teurgia. El gran rebaño adora a los dioses materiales (Encósmicos) con ofrendas materiales, las Almas purificadas adoran a los dioses inmateriales (Hipercósmicos) con sacrificios noéticos, y las Almas entre lo profano y lo sagrado adoran a los dioses intermedios (Hipercósmicos) con sacrificios y ofrendas materiales y noéticas.