sexta-feira, 27 de janeiro de 2023

La Luna en el Paganismo

La Luna, está presente en todas las religiones antiguas, esto es un hecho indudable. Como lo es, que entre los Celtas y en concreto los Celtíberos tuvo una importancia clara que ha dejado huella en nuestras tradiciones y testimonio monumental y escrito en la Historia de nuestros pueblos.

Desde el tiempo de las cavernas en el Paleolítico, pasando por lo más recóndito de nuestros bosques durante la Edad Media e incluso en nuestras propias casas hoy en día, el sentimiento religioso del ser humano se ve impelido a invocar, celebrar o requerir el auxilio de la Hija de la Tierra de manera tácita y constante. Ya para atraer la abundancia, bendecirnos o protegernos, su influencia no ha dejado de manifestarse en múltiples formas y ocasiones, en no pocas presidiendo las fiestas más importantes de nuestros calendarios religiosos precristianos.

Buen ejemplo de ello, lo encontramos en la tradición celtíbera de dar culto durante los Plenilunios, documentada hace más de 2000 años y mantenida por la Brujería con el nombre de Akelarre:

“… los celtíberos y los otros pueblos que lindan con ellos por el Norte, todos los cuales tienen cierta divinidad innominada, a la que, en las noches de Luna llena, las familias rinden culto danzando, hasta el amanecer, ante las puertas de sus casas […]” 

La Luna, concentra en sí misma ser una Divinidad, la Manifestación de una Divinidad o el Medio para acceder y recibir la gracia o el auxilio de lo Divino, ya en forma masculina, femenina o bisexuada, si bien su carácter femenino es el que más se reproduce y mejor ha calado en la teología y el ideario popular. Esta Figura, muchas veces evocada como Madre o haciendo valer su faceta maternal, retuvo para sí y hasta no hace mucho su advocación durante el rito de bautismo pagano, donde los neonatos le eran presentados para su Bendición del Luar* y ponerles bajo su protección, o invocada para sanar a los niños que padecían una grave enfermedad:


“Hasta incluso en las aldeas del Ayuntamiento portugués de Montalegre cuando nacía un niño se consideraba que era bueno mostrárselo a la Luna durante tres noches diciendo:


Lua, luar,

Deste-me um filho,

Ajudai-m’o a criar (Braga Barreiros, F. 1916, 91)


Mientras que en el distrito de Viana do Castelo cuando un niño estaba muy enfermo la madre se lo mostraban a la Luna y le rogaban diciendo:


Luar, luar,

Deixa-me o meu menino,

Que o quero criar (Cunha Brito, 1912, 292).” 


La Hechicería popular, recogió esta fórmula cultual aplicándola a la consagración de sus fetiches (véase su sentido etimológico), palabra que comparte raíz con hechizo. De ahí, dejar bajo la Luz de la Luna objetos, amuletos y talismanes para que se “carguen” o consagrarlos determinadas noches y lunas. Una práctica, que como vemos tiene un origen atávico y vinculado al aspecto religioso de los Cultos precristianos.

Sea como fuere, la Luna, en concreto iluminarse bajo la luz que refleja, acompaña al ser humano en forma de mitos, leyendas, prácticas y creencias religiosas desde los albores de la Humanidad, sin olvidar que es por Ella que se elaboran los primeros calendarios religiosos-económicos, que con el tiempo darían lugar al Ciclo decemnovenal, también llamado Calendario Metónico en honor a su compilador el matemático Metón en el s. V a.e., o más conocidos con el nombre de Calendarios Luni-Solares, que son los que rigen los almanaques litúrgicos de muchas de nuestras viejas religiones. 

Esta Guía nuestra, que nace de las entrañas de la Tierra como consecuencia de un objeto venido del Cielo que impactó en nuestro planeta (Hierogamia), que guía las mareas, las cosechas e incluso la fertilidad, que inspira los sentimientos primarios del ser humano, que nos ilumina en la oscuridad y fortalece o bendice con sus rayos, con su LUAR, lleva en el ideario y ritual de nuestros pueblos desde que tenemos conocimiento de lo trascendente, y así fue y será en tanto existan Tradiciones que transmitan esta influencia y por qué no decirlo, esta «dependencia» hacia la Luna.