sexta-feira, 27 de janeiro de 2023

Qué es la Wicca

Buscando un significado escueto y directo, podemos decir que Wicca es una religión pagana (politeísta, animista e idólatra) de transmisión aprehensible, de raíces ancestrales y de construcción hermética, mistérica e iniciática que se fundamenta en el Culto a la Naturaleza, a los Ciclos Vitales y a los Antepasados bajo el binomio Fertilidad/Fecundidad, donde confluyen un ceremonial complejo y unos rituales atávicos.

Ampliando el concepto, entendemos por Wicca al conjunto de confesiones religiosas paganas del mismo nombre, que se forjan básicamente en el Continente Europeo y la cuenca mediterránea, a raíz de patrones remotos de influencias paleolítica y neolítica, y el influjo posterior de los pueblos indoeuropeos a través de la evolución de la Brujería Tradicional (BT) hasta nuestros días, reactivada explícitamente a consecuencia de la legislación positiva occidental en materia de Libertad Religiosa en la segunda mitad del s. XX. Es por ello llamada la Vieja Religión.

Se proyecta como una doctrina arcaica, primitiva, que ha ido evolucionando en el devenir de los milenios preservando sus referentes fundamentales, como lo es la sacralización de los tiempos y de los ciclos vitales, la comunión con la Naturaleza, la devoción y Culto a los Antepasados, un politeísmo expreso tras el dualismo primario fertilidad-fecundidad en todas sus manifestaciones religiosas y la triple funcionalidad subyacente en sus divinidades[2], así como una materia o corpus de transmisión que se perpetúa, recoge o rescata dependiendo del  momento histórico de que se trate, con una manifiesta intencionalidad de prolongación y traspaso.

Wicca es una cepa religiosa compleja de la BT de origen indoeuropeo, de la que se segregarán posteriormente diferentes Ramas y Tradiciones que responden tanto a la geografía de su foco de referencia (Wicca Celta, Wicca Celtíbera, Wicca Sajona, etc.), como al modelo de transmisión (Wicca Hereditaria, Wicca Tradicional, Wicca Ecléctica, etc.) y a la especificidad propia del origen de la transmisión (Wicca Gardneriana, Wicca Alejandrina, Wicca Correlliana, etc.). Teniendo por lo tanto un componente horizontal (referencia geográfica) y otro vertical (referencia personal).

Siendo una consecuencia culta, histórica y etiológica de la BT[3], la Wicca responde al modelo básico contemporáneo de culto pagano: evolutivo, reconstruccionista, politeísta e idólatra[4]. El término neo-paganismo en el que tratan a veces de encuadrarla, es un convencionalismo académico-pseudoreligioso que detrae la evolución de los diferentes Cultos precristianos hasta la Wicca, bajo la afectación impuesta por la Iglesia Católica de considerarla un hecho aislado y desemejante de estos cultos arcaicos, posibilidad que ha sido usada despectivamente[5] para procurar desprenderla de una tradición histórica probablemente intermitente pero constante[6], de los Cultos y creencias precristianas de los que desciende y se nutre, unas creencias y tradiciones supervivientes de facto hasta la Edad Media[7] e incluso la actualidad[8], planteando que si hay creencias, tradiciones y restos cultuales que perviven hasta hoy, es porque la devoción y práctica intencional humana y no el azar lo debe haber hecho posible, razonamiento al que la Wicca recurre para explicar su arraigo y continuidad.


¿De dónde viene la Wicca?

Como toda tradición precristiana, la Wicca puede rastrearse remontando sus raíces paso a paso desde su inmediata antecesora a la fuente previa de la que se nutre y de este modo hasta la raíz. Así, podemos retrotraernos siguiendo el siguiente patrón: Wicca – Brujería – Paganismo – Cultos indoeuropeos – Cultos neolíticos – Cultos paleolíticos.

Que este proceso ha sido constante y definido a través de la historia, es algo conocido ampliamente en el mundo académico[9] e incluso al margen del circuito “oficial” por estudios de la misma Iglesia Católica, algo que sus propios investigadores reconocen sin ambages una vez que hacen referencia a la Vieja Religión fuera de la apología y el proselitismo:

“Una consideración particular de estas manifestaciones paganas merece en nuestros días la brujería. Muchas veces se tiende a identificar la brujería con el satanismo, sin embargo, se trata de dos realidades completamente diferentes. La brujería corresponde al contexto de las religiones pre-cristianas, particularmente a los cultos de adoración a las fuerzas de la naturaleza, y por lo tanto no se encuentra ligado en su origen a los conceptos de bien y mal propios del cristianismo. Claro que en los primeros siglos del cristianismo, durante su proceso de expansión, los cristianos se encontraron con estos cultos de la naturaleza, sus sacerdotes y prácticas, y debieron dar respuesta a ellos. El principio de razonamiento fue sencillo: los cristianos no conocen otro poder que el poder de Dios; todo lo que no provenga de Dios solo puede provenir de su adversario, el demonio. Por lo tanto, quienes invocan un poder que no es el poder de Dios, invocan el poder de los demonios y por lo tanto son adoradores del demonio. Este razonamiento llevó a considerar a todos los seguidores de los sacerdotes que adoraban las fuerzas de la naturaleza como por ejemplo los druidas y las brujas del centro de Europa como adoradores de Satanás; y a sus cultos, como cultos satánicos. Así comprendió a la brujería la Inquisición tanto en regiones católicas como luteranas y anglicanas; a punto tal que algunos autores han llegado a afirmar en su momento que en realidad la brujería era solamente una consecuencia (“invención” dijeron algunos) del accionar de la Inquisición. Sin embargo, estas creencias están muy lejos de las que describimos en el apartado anterior y desde sí mismas nada tienen que ver con la adoración del mal. No se debe confundir la adoración de Satanás con la adoración de las fuerzas de la naturaleza propia de las religiones europeas pre-cristianas. En estos términos los sacerdotes y sacerdotisas de los antiguos cultos europeos pre-cristianos de la naturaleza genéricamente llamados brujos y brujas, fueron considerados adoradores de los demonios por invocar fuerzas distintas de las del verdadero Dios a los ojos de los cristianos. Ahora bien, estrictamente hablando, estos brujos y brujas no pueden ser considerados satanistas en los términos que precisáramos antes. Dentro de este concepto de Brujería como culto a las fuerzas de la naturaleza, y brujo/a como el sacerdote o sacerdotiza de estos cultos, contemporáneamente podemos encontrar a la Wicca, el neodruidismo y otros movimientos semejantes que se caracterizan por celebrar el ritmo de las estaciones del año y otros fiestas de la naturaleza.”[10]

Esta consideración que “emparenta” la Wicca con la Brujería y a ésta después con el paganismo, tampoco es tema de discusión, sino de aceptación. De ahí que historiadores como M. Tausiet apostillen en cuanto a la segunda evidencia esta vinculación natural cuando explica que “es cierto que entre los practicantes de la magia rural no dejaba de ser común la invocación a ciertos espíritus, ya fueran expresión de fuerzas mágicas, antiguos dioses paganos, ánimas de los antepasados o incluso santos. Pero la nueva versión eclesiástica, según la cual se definía la brujería precisamente por el pacto con el Demonio, debe relacionarse más con la evolución de la propia Iglesia que con el pretendido cambio de las creencias y prácticas populares”… “Dentro de esta evolución puede comprenderse mejor la atribución de pacto demoníaco, no sólo a los magos cultos y a los herejes, cuyas doctrinas podían suponer una fuerte competencia a las enseñanzas de la Iglesia, sino también a cualquier conducta no controlada directamente por sus representantes. Para justificar la actuación sobre los medios rurales, donde todavía quedaban tantos restos de creencias paganas, tantas formas diferentes de interpretar lo sagrado, tantos ritos, tantos seres por quienes la mayoría de la población sentía un respeto especial, mezcla de admiración y temor, se llegó a inventar una nueva herejía: la brujería, tal y como la interpretaron quienes la definieron. Constituía ahora, en su opinión, un sistema de ideas opuesto al cristianismo y basado en la ayuda de Satanás (termino que, en griego significa precisamente el adversario.). De este modo, la brujería llegó a ser considerada como el crimen más grave de todos cuantos puede cometer el ser humano. Tal afirmación se basaba siempre en la supuesta vinculación con el Demonio por parte de quienes eran acusados de brujos. Y la justificación jurídica aducida era que la brujería reunía en uno otros tres tipos de delitos: herejía (el más grave, por la alianza con el Demonio), apostasía (ya que el brujo renunciaría a su fe para sustituirla por una nueva fe en el Diablo) y blasfemia (pues los ritos demoniacos constituían la más grave afrenta a Dios).”[11]

Que la obsesión hacia “la bruja” fue un tema de amplio significado para la teología medieval cristiana, no solo respondería a un modelo patriarcal orientalizante y profundamente machista, sino a una determinación implacable por agotar el paganismo, sabiendo que era la mujer firme depositaria de la Vieja Religión.

“Mejor informados estamos al parecer acerca del papel jugado por las mujeres en la religión de los celtíberos. A los testimonios iconográficos mencionados anteriormente que aparecen en las cerámicas pintadas numantinas, podemos unir el de Suetonio {Galba 9, 2) de que Galba se decidió a alzarse contra Nerón al conocer que éste había mandado asesinarle, animado por otra parte por los presagios del sacerdote del templo de Júpiter en Clunia, quien fue advertido durante el sueño de la profecía hecha doscientos años antes por una fatídica puella de que de Hispània saldría quien gobernase el Imperio. Esta profecía al parecer se conservaba escrita en versos en dicho templo.El testimonio de Suetonio es importante ya que muestra, junto a lo que conocemos por otras fuentes, que durante la época independiente de los celtíberos la mujer había tenido un papel importante en las prácticas religiosas, papel posteriormente mermado durante la dominación romana. Esta situación recuerda algo lo que nos narra Tácito acerca de los germanos. Según Tácito éstos veían en la mujer algo sagrado y profético y con anterioridad a su tiempo mujeres como Veleda y Aurania fueron consideradas seres sobrenaturales. En su tiempo, sin embargo, los sacerdotes habían tomado una importancia mayor, en relación sin duda con el desarrollo del antropomorfismo en la religión germánica y la individualización de sus dioses en el período comprendido entre Cesar y Tácito. La importancia de las mujeres en la esfera religiosa que observamos entre los celtíberos y germanos puede deberse tanto a factores económicos (papel de las mujeres en las labores de recolección que constituyen un importante suplemento en la dieta) como de tipo que podríamos llamar ideológico. Especialmente importante en este sentido es una cita de Salustio {Hist. 2, 92) que destaca el papel que las mujeres jugaban entre los celtíberos como transmisoras de la historia oral de las familias a través de cantos o relatos que narraban las hazañas de los antepasados: a matribus parentum facinora militaria viris memorabantur in bellum aut latrocinia pergentibus ubi illorum fortia jacta canebant. A esta función, importante dentro de las sociedades tribales en las que el conocimiento se transmite siempre en forma oral, la mujer debe haber unido sus conocimientos médicos sobre las propiedades de las plantas como principal recolectora. Igualmente el culto lunar, atestiguado por Estrabón entre los celtíberos, puede haber tenido implicaciones femeninas como ocurre en numerosas religiones”[12].

Queda pues, perfectamente claro cuál es el origen de la Wicca, tanto en su relación con la Brujería como en las raíces paganas de esta Religión. Toda explicación que minimice o desvirtúe en cualquiera de sus aspectos esta realidad incuestionable, estará generando una ambigüedad o confusión de todo punto superada por la realidad histórica y por lo mismo, marginal y desechable.

Aunque hubo movimientos tendentes a dar a conocer la Brujería a la sociedad a lo largo de los siglos XIX y XX, no sería hasta mediados de los años 50 de este último siglo cuando la Wicca se populariza de mano de Gerald Gardner. En palabras de Cantrell, “… no existe duda que a Gerald Gardner se le debe dar crédito al hacer pública nuestra religión en el siglo XX sin haber reinventado Wicca. Sería más por desarrollar la tradición que lleva su nombre, la Wicca Gardneriana, desde la cual muchas de las tradiciones del presente han podido desarrollarse. Gerald Gardner, Aleister Crowley y Margret Murray han hecho una contribución indeleble en el resurgir de la religión Wiccana como existe hoy y el trabajo de ellos en nuestra evolución nunca debe ser olvidada.“[13]


¿Cuáles son los principios religiosos de la Wicca?

Al no ser únicamente una Confesión Religiosa estrictamente hablando, sino la cepa religiosa a partir de la cual se desarrollan los diferentes Cultos que la componen, la Wicca tiene diversos principios que si bien pueden llegar a ser muy similares, varían incluso radicalmente de una Tradición a otra. Pese a ello, podemos referir aquí los más comunes:


–          Creencia en un Mundo Espiritual vivo, múltiple e interrelacionado, del que nuestra existencia forma parte.

–          Creencia en una Naturaleza viva y consciente, sagrada, en la que estamos integrados y de la que dependemos.

–          Creencia en la sacralidad de los Ciclos Vitales del ser humano y de la Tierra como Madre de todo cuanto es, así como de los Ciclos Astrales que nos determinan.

–          Creencia en los Espíritus de la Naturaleza, que intermedian, cohabitan e interaccionan con nuestra realidad.

–          Creencia en la vida después de la muerte, la transmigración del alma, la Ley de causa-efecto y la interacción entre vivos y muertos.

–          Creencia en el Culto a la Fertilidad-Fecundidad, a las Divinidades, a los Espíritus de la Naturaleza y a los Antepasados.


En cuanto a sus principios éticos, existen en Wicca unas recomendaciones comunes de entre las que cabe destacar, por lo universal de las mismas: no hacer proselitismo, no hacer nada que pueda perjudicar a terceros y no olvidar que todo vuelve a nosotros multiplicado por tres.

Es evidente que estas recomendaciones o consejos éticos no se forjan en el pasado sino en la experiencia y el ejemplo, fraguadas a partir de pronunciamientos filosóficos externos que han ido acoplándose a la moralidad Wicca. Así, el principio más debatido en la comunidad wiccana por su controversia, simplificado como “mientras a nadie dañes, haz  tu Voluntad”[14], recoge un pronunciamiento humanista complejo que puede ser el resultado de diferentes preceptos e ideas, tan variopintos como el conocido “ama y haz lo que quieras” de Agustín de Hipona, la polémica frase de “haz lo que quieras es la totalidad de la Ley”[15] de Aleister Crowley o con mejor sentido decir que “cada individuo tiene el derecho a actuar de acuerdo a su propia voluntad en tanto que tales acciones no perjudiquen o dañen a otros”, de Stuart Mill.

Esta regla fundamental, alejada del concepto abrahámico de pecado, principio moral del que carece la Wicca, es consecuencia de conferir plena libertad de acción pero también y por lo tanto plena responsabilidad a sus iniciados, pues a diferencia de otras ontologías religiosas, a la persona se la inviste no solo del reconocimiento al conocimiento adquirido, sino de la capacidad de actuar en libertad sabiéndola responsable de sus actos.

¿Existe un sistema sacerdotal, cómo se llega y qué representa en la Wicca?

Desde la complejidad de conceptos, Ramas y Tradiciones, el amplio espectro Wicca acepta y reconoce un sistema iniciático y gradual normalmente dividido en tres fases o grados que pueden sintetizarse en:


– Iniciado Wicca (1er. Grado)

– Sacerdote Wicca (2º Grado)

– Sumo Sacerdote Wicca (3er. Grado)


Esta distribución está organizada así porque la Wicca, a diferencia de los Cultos Abrahámicos, está concebida no para acoger a cualquiera con inquietudes espirituales más o menos afines, sino para escoger de entre aquellas personas con inquietudes espirituales claras, a quienes decidan libremente y soliciten continuar su camino iniciático en ella, guardar sus enseñanzas y transmitirlas después, y si bien es cierto que no rechaza a personas creyentes paganas, está concebida para formar iniciados y no a guías espirituales.

Para entenderlo con un ejemplo gráfico cercano y guardando todas las distancias, podríamos decir que cuando entramos en la Wicca, lo hacemos en un “seminario”. Y esto no es óbice para disgregar a ésta del contacto con la sociedad, pero sí para entender que no se admita a cualquiera que desee formar parte de ella.

Fieles, devotos o creyentes Wicca y paganos en general, son atendidos, aconsejados o asesorados e incluso se les dirige presidiendo los oficios sagrados, en los ritos de paso o en las grandes celebraciones si lo demandan y el Culto Wicca se presta a ello.

Podemos decir en este caso, que sí existe un grado o nivel sacerdotal dentro de la Wicca, lo que resuelve la primera cuestión.

Para acceder a este grado sacerdotal, que reconoce explícitamente la facultad del iniciado para oficiar ritos y ceremonias como representante religioso capacitado por/para el Culto, es necesario que la persona  complete una instrucción diferente y superior a la iniciación primera, tras un proceso delimitado en el tiempo que aunque difiera de una a otra Tradición, sí que condiciona al iniciado a respetar un período de preparación y superar las condiciones que se establezcan.

En el caso concreto del sacerdocio ha de prevaler, lógicamente y más allá de la propia intuición o entendimiento del iniciado, la experiencia de quienes entiendan preparada a la persona en su nueva etapa, algo imposible de validar por uno mismo. Es por ello que el sacerdocio no puede ser una asunción individual por parte del iniciado, sino la constatación por parte de otros de la aptitud del iniciado para el acceso a esta condición, ya sea por medio plebiscitario, como ocurre en la Wicca Sajona, o por reconocimiento expreso de quienes ya ostentan esta característica, como ocurre en la Wicca Celtíbera.

No puede haber, por lo tanto, Sacerdote/isa o Sumo/a Sacerdote/isa que no haya sido reconocido y capacitado previamente y de forma verificable en la Wicca. Este es un conflicto que se ha generado desde la llamada “Wicca solitaria”, porque tendemos a confundir Iniciado en la Wicca con Sacerdote Wicca cuando, como es fácil de entender, no son equiparables.

En la Wicca el sacerdocio representa un hándicap añadido, un paso más, un servicio si se quiere yuxtapuesto, no necesario para el iniciado pero sí razonable dentro del Culto de que se trate y además ineludible para que dicho Culto se mantenga, cuando no una consecuencia inevitable de la iniciación. En el caso de la Wicca Celtíbera exige un  periodo no inferior a seis años y pasar las pruebas y exámenes pertinentes para alcanzar este grado.

Queda claro, pues, que toda persona que se abrogue la cualidad de Sacerdote Wicca y ni que decir tiene si dice ser Sumo Sacerdote, deberá explicar ineludiblemente en qué Tradición o Rama ha obtenido esta responsabilidad. Hemos de saber, además, que pese a lo que utilizan como excusa muchos falsarios, no es cierto que su reconocimiento no pueda ser verificado, pues todas las Tradiciones serias tienen un Registro o en su defecto un apartado de su Libro de Sombras[16] donde poder confirmarlo. Así, quien diga pertenecer a la Tradición Celtíbera, por ejemplo, afirmando ser Sacerdotisa o Suma Sacerdotisa Wicca, puede saberse solicitando información al respecto, que se dará si el interés es legítimo puesto que se guardan la fecha, la persona o personas que han llevado a cabo la iniciación y el grado en el que haya sido iniciada.


Consideraciones finales

La Wicca no es una religión a la carta en la que cada cual pueda opinar lo que le venga en gana y hacer dogma de ello, ni mucho menos cualquiera que diga haberse auto-iniciado y solo por ello puede considerarse Sacerdote/isa Wicca, esa es una potestad que se reconoce y no se compra por la Tradición a la que diga pertenecer. No es lo que uno crea ni lo que nos gustaría que fuera, sino lo que es.

Una Tradición Wicca tampoco puede sacarse “de la manga” cogiendo de aquí y de allá simplemente lo que nos convenga, nombrarnos Sumos Sacerdotes y ponernos a administrar iniciaciones -normalmente previo pago- a diestro y siniestro, sino contener unas bases claras y una estructura definida que responda a una realidad mágica y religiosa concreta.

Hay quienes inventan “wiccas” y caminos iniciáticos inexistentes y se titulan de mil formas diferentes para dotarse de un arraigo y capacidad de la que carecen cuando ni siquiera saben por donde coger o como realizar un ritual de iniciación que no hayan copiado y plagiado antes de Internet, que titulan su publicidad con tales “títulos” para dotarse de una seriedad de todo punto inmerecida y “colar” mejor sus productos, o que llegan a la desvergüenza de decirse Druidesas de 25 años de experiencia y una vez descubiertas al año siguiente dicen llevar 25 años de Sumas Sacerdotisas Wicca. Incluso hay quienes registran nomenclaturas Wicca cuando no son wiccanos y se dedican a criticarla o tratar de desacreditarla.

En fin, que hay mucho sinvergüenza o desequilibrado suelto que estamos obligados a detectar y desenmascarar para que la Wicca deje de ser el cajón desastre desde el que cualquier irresponsable pueda engañar, abusar o timar a terceras personas amparándose en su “dilatada” trayectoria como Sacerdote wiccano. Parásitos que cuanto antes extirpemos, antes acabarán abandonando la idea de usar la Wicca para su lucro y ego personal, disuadiendo con su ejemplo a otros para que no sigan sus pasos.


[1] Este resumen está sacado de la obra “Historia de la Wicca. La Vieja Religión en la Nueva era” de ©Fernando González y tiene todos los derechos reservados, quedando expresamente prohibido todo uso contrario a lo estipulado legalmente al respecto de obras protegidas por copyright (Ley de Propiedad Intelectual) en la Legislación Vigente, sin la autorización expresa del autor.

[2] G. Dumézil. Los Dioses de los Indoeuropeos, París, 1952 (trad. española, Barcelona, 1970). Los Dioses de los Germanos (1953), trad. esp. México, 1973.

[3] +wicca. Término indoeuropeo *ueik-, *wicca-, con el significado de divino, santo, sagrado, brujería, brujo/a, conjurar, sabiduría, magia, adivinación, sacrificio, consagrar, bendito, etc. . (Julius Pokorny Indogermanisches Etimologisches Wörterbuch Pág. 1128… Gerhard Köbler, Indogermanisches Wörterbuch págs. 1342-1343). Wicca es un arcaísmo proveniente del indoeuropeo y raíz de la palabra Brujería (Witchcraft) y está por lo tanto plenamente justificado el uso del cultismo Wicca, como sinónimo o equivalente del término Brujería.

[4] Pagano, RAE. Pagano, Wikipedia.

[5] CONSEJO PONTIFICIO DE LA CULTURA. CONSEJO PONTIFICIO PARA EL DIALOGO INTERRELIGIOSO 1993. JESUCRISTO PORTADOR DEL AGUA DE LA VIDA. Una reflexión cristiana sobre la “Nueva Era” (Fuente)

[6] “¿Y cómo es que algunos de vosotros, que habéis renunciado al diablo y a sus ángeles, a sus cultos, y a sus malas obras, ahora volváis de nuevo a los cultos del diablo? Porque encender velas junto a las piedras y a los árboles y a las fuentes y en las encrucijadas, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Observar la adivinación y los agüeros, así como los días de los ídolos, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo? Observar las vulcanales y las calendas, adornar las mesas, poner coronas de laurel, observar el pie, derramar en el fogón sobre la leña alimentos y vino, echar pan en la fuente, ¿qué otra cosa es sino culto del diablo? El que las mujeres nombren a Minerva al urdir sus telas, observar en las nupcias el día de Venus, y atender en qué día se hace el viaje, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo? Hechizar hierbas para los maleficios, e invocar los nombres de los demonios con hechizos, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo? Y otras muchas cosas que es largo el decirlas. He aquí que, después de haber renunciado al diablo, hacéis todas estas cosas después del bautismo, y volviendo al culto de los demonios y a las malas obras de los ídolos, faltasteis a vuestra palabra, y habéis quebrantado el pacto que hicisteis con Dios.” (Martín de Dumio. Santo cristiano y Arzobispo de Braga, s. VI E. a. De Correctione Rusticorum, 16. Obras completas de Martín de Braga, edición y traducción realizada porUrsicino Domínguez del Val, Fundación Universitaria Española, Madrid 1990, quien a su vez a utilizado la edición de C. W. Barlow, Martini episcopi Bracarensis opera omnia, New Haven 1950)… “Hacia 1270, la Suma del Oficio de la Inquisición, compuesta en el entorno de Benito de Marsella, consagra todo un capítulo a la ´forma de interrogar a los augures y a los idólatras´” (Jacques Le Goff. Historiador Medievalista profesor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Diccionario Razonado del Occidente Medieval. Pág. 88).

[7] «… la «caza de brujas» perseguía la liquidación de las últimas supervivencias del «paganismo», es decir, en esencia, de los cultos de la fecundidad y los argumentos iniciáticos. El resultado de todo ello fue el empobrecimiento de la religiosidad popular y, en determinadas zonas, la decadencia de las sociedades rurales.” (Mircea Eliade. Doctorado en Filosofía y Catedrático de Historia de las religiones en la Univeridad de Chicago. Historia de las creencias y las ideas religiosas. V. III, 306. LA «CAZA DE BRUJAS» Y LAS VICISITUDES DE LA RELIGIOSIDAD POPULAR, pág. 293)… “Una religión viva y fuerte, como el paganismo griego, empieza en la sibila y termina en la bruja. La primera, hermosa virgen, a plena luz lo acunó, le dio el encanto y la aureola. Más tarde, decaído, enfermo, en medio de las tinieblas de la Edad Media, de las landas y de los bosques, fue escondido por la bruja; su piedad intrépida lo alimentó, lo hizo vivir todavía. Así, para las religiones, la mujer es madre, tierna cuidadora y nodriza fiel. Los dioses son como los hombres: nacen y mueren en su seno.¡Cuánto le cuesta esta fidelidad! . . . ¡Reinas magas de Persia, maravillosa Circe! Sublime Sibila, ¡ay!. . . ¿Qué ha sido de vosotras? Y ¡qué bárbara transformación! . . . Aquella que, en el trono de Oriente, enseñó las virtudes de las plantas y el viaje de las estrellas, aquella que, junto al trípode de Delfos brillaba con el dios de la luz y daba los oráculos a un mundo de rodillas… es la misma que, mil años después, es cazada como un animal salvaje, perseguida en las encrucijadas, execrada, despedazada, lapidada, sentada sobre carbones ardientes.” (Jules Michelet. Historiador. Fue Catedrático de Historia del Collège de France. Historia del Satanismo y de la Brujería. Pág. 3-4)

[8] “Las áreas occidentales o atlánticas de la Península Ibérica, desde Galicia y Asturias, consideradas habitualmente como tierras célticas, e igualmente todas las tierras del Norte, desde Galicia al País Vasco incluido, más las tierras de la Meseta, comprendido todo el Sistema Ibérico y el occidente del Valle del Ebro al Oeste de Zaragoza, territorios que coinciden con la llamada Hispania Celtica (Untermann, 1961; Almagro-Gorbea y Lorrio, 1987; Almagro-Gorbea, 2001a; id., 2005a; id., 2005c), conservan ritos y tradiciones de origen prerromano en el folklore mucho más numerosos de lo que se suele suponer.” (Martín Almagro-Gorbea. Catedrático de Prehistoria, Doctorado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid -premio extraordinario- y Anticuario Perpetuo de la Real Academia de la Historia. Especialidad protohistoria de la Península Ibérica y Europa Occidental. Tartessos, cultura Ibérica y cultura Céltica. Procesos de Aculturación y Etnogénesis. Museología. Excavaciones y Patrimonio Cultural. La Etnología como fuente de estudios de la Hispania Celta II.- Perduración de elementos celtas de la antigüedad en el folklore. Págs. 18 y 19)… “El fundamento del interés científico para la Historia de la Hispania prerromana de documentos etnológicos como los citados radica en que, a través del mundo romano, la cristianización, la dominación árabe y la Reconquista, han sobrevivido múltiples elementos culturales en procesos de “larga duración” que permiten documentar elementos de las creencias y la cosmovisión del mundo celta originario que han perdurado casi hasta nuestros días.”… “La conservación de ritos y tradiciones en el folklore es un hecho de sumo interés, que se explica por procesos de “larga duración” que afectan a diversos aspectos de la cultura, incluyendo la religión y el pensamiento (vid. supra). Este hecho permite comprender la perduración hasta nuestros días de tales elementos en amplias áreas de la Península Ibérica.» (Martín Almagro-Gorbea. Ibid. Pág. 21-23)

[9] “Los estudiosos de la historia de la brujería, como Giusseppe Faggin, están de acuerdo en el hecho de que el diablo es indispensable para que pueda existir la bruja. Para este investigador, el culto satánico del que se acusará a la bruja tiene un claro antecedente en los cultos paganos. El germen que ya se hallaba presente en Grecia y Roma va a ir floreciendo a lo largo de los oscuros años de la Edad Media. Las hechiceras clásicas llevaban a cabo sus actos mágicos sirviéndose del auxilio de los dioses paganos, esto es: del diablo, pues los dioses grecorromanos se demonizarán muy pronto…. La difusión del judeo-cristianismo supone importantes cambios a todos los niveles. Evidentemente, dichas transformaciones no se operan de forma inmediata, y durante largo tiempo convivirán Cristianismo y paganismo. Se dará un lento proceso de eliminación de los sistemas religiosos vigentes, degradándolos a la categoría de magia y superstición, haciéndose de ellos algo condenable.” (Eva Lara Alberola. Doctorada en Filología Hispánica por la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir. Hechicería y brujas en la literatura española de los siglos de oro. Págs. 58, 59)

[10] Oscar Gerometta. Bachiller en Teología egresado de las Facultades de Filosofía y Teología de la Universidad del Salvador de Buenos Aires, Argentina. Dirige “Informe  sobre Sectas”. Fuente: Catholic.net y ésta del Informe sobre  Sectas.

[11] María Tausiet Carlés. Doctora en Historia por la Universidad de Zaragoza, especializada en Historia Medieval y en el estudio de la brujería, la posesión demoníaca y la magia urbana. Doctorada “Cum laude” por unanimidad por su Tesis “Brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI”. Ponzoña en los ojos. Brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI. págs. 41, 42

[12] Manuél Salinas de Frías. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Salamanca en 1977 con premio Extraordinario de Licenciatura. Doctorado en Historia En 1981 con Premio Extraordinario de Doctorado. Vicerrector de Docencia, Profesor Titular de Historia Antigua del Dpto. de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología de la Universidad de Salamanca. LA RELIGION DE LOS CELTIBEROS (I). Págs. 88-89

[13] Gary Cantrell, “Creencias y Prácticas Wiccanas” (Wiccan Beliefs and Practices), St. Paul, MN: Lleellyn Publications, 2004, página 17.

[14] Rede Wicca.

[15] Aleister Crowley. El Libro de la Ley (The Book of the Law), editado en 1904.

[16] En la Wicca, el Libro de Sombras es el Diario de Cabecera del brujo, del Cóven o del Culto, incluso puede asimilarse a su Libro Sagrado, por ser donde se recogen todas las prácticas, experiencias, doctrinas, ceremonias, rituales y preceptos de su Tradición.